Las señales de las últimas semanas nos muestran lo que será el futuro próximo de Colombia. El gobierno Petro viene capoteando con lo mejor que tiene los embates de un sistema político que no renuncia a su propósito final: impedir cualquier cambio en el país.
El mayor peso recae, por supuesto, en Petrosky, el líder carismático que lidera el proyecto progresista. Petro es el bárbaro que habita los extramuros de la cultura del frac y el jet set; el que no tiene lugar entre los linajes de poderosos apellidos ni entre los hacendados que han hecho sus fortunas a punta de plomo. Aquí el bárbaro tiene una connotación emancipadora y trasgresora. Sin sus estrategias políticas, tan contradictorias como desconcertantes, en estos dos años y medio la elite política parasitaria ya hubiera retornado al poder.
El primer gobierno de izquierda en la historia de Colombia requería de una figura que fuera capaz de unificar la indignación y, simultáneamente, confundir permanentemente con actuaciones percibidas como erráticas. Era necesario un líder astuto que fuera capaz de navegar en el régimen hegemónico sin renunciar a sus convicciones.
Su impulso a la indignación social a través de discursos elocuentes lo han mantenido sólido con las bases populares y le han otorgado un prestigio innegable en el ámbito internacional. A su vez, los desaciertos le permiten, paradójicamente, mantener el timonel de la gobernabilidad y de paso ser un titular permanente. Todo un estratega bárbaro que mueve las fichas que hay que mover. Pero no hay ninguna victoria, pues el golpe blando sigue su camino impidiendo que se aprueben las reformas sociales. En últimas, elegimos este gobierno para que realizara dichas reformas.
¿Qué Petro es impulsivo? Pues claro, y así debe ser. La buena letra de la diplomacia ya la conocemos de sobra y su utilidad para el Sur global está desvalorizada. En últimas, las condiciones de la discusión vienen dadas por lógicas coloniales atravesadas por el paradigma hobbesiano de que «tener el poder es tener la razón». Su mensaje fue contundente cuando no permitió el aterrizaje del avión gringo lleno de migrantes esposados. Parafraseando a La estrategia del Caracol, el presidente colombiano le dijo al incendiario (e incendiado) Trump: “ahí le dejo sus h¡juep*tas aviones volando”. O los migrantes aterrizan sin grilletes o no aterrizan”. Y no aterrizaron. ¡Qué vivan las pequeñas –y simbólicas– victorias! Ni la Sheinbaum ni el Lula se atrevieron a algo similar. El gobierno colombiano trazó la raya de la dignidad.
«¿Pa´qué le sirve a usted la dignidad? ¿Es que esa palabra no existe o qué? ¿O no la usan ya en televisión (RCN, Caracol, Semana, La FM…)?¿Cómo que pa´qué? ¡¡Pa´la dignidad hombre, pa´la dignidad nuestra!! Que pa´qué pregunta este hijueputa…»
¿Qué Petro es irresponsable por trinar como loco? Esa ha sido la narrativa de los medios que publican lo que les conviene. Aceptémoslo, Twitter (ahora X), aunque sea una empresa privada, es una tribuna excelsa para el debate político global. Yendo más allá, diremos que las acusaciones que le hacen a las redes sociales de ser portadoras de “fake news” (noticias falsas) provienen de quienes han tenido el monopolio de la opinión pública. ¿Acaso no son los grandes medios de comunicación los que fabrican la verdad con sus líneas editoriales, selección de titulares y con la manida y cada vez más mediocre “interpretación objetiva de los hechos”? Interpretación objetiva es un oxímoron.
En “X” se vive la espontaneidad en estado puro, mientras que la “noticia”, sea impresa o televisada, está marcada por el filtro del interés privado. ¿Quién dice la verdad? ¿Quién realmente difunde/fabrica “fake news”? “El medio es el mensaje”, decía Marshall McLuhan. La industria de la información vende “su” verdad. «A veces ni entienden las palabras que digo», le dijo Petro a los grandes emporios mediáticos.
¿Qué Petro no es un buen líder? Ese fue un lugar común luego del consejo de ministros del transmitido por televisión, y que aún sigue dando de qué hablar. Más allá de las opiniones melodramáticas carentes de profundidad, lo que allí se anunció fue la tercera fase del gobierno para mantener la gobernabilidad. Recapitulemos: la primera fase fue el “gobierno de coalición”, donde las casas políticas tradicionales hicieron presencia con sus alfiles (infiltrados/as); la segunda fase fue el “gobierno de los firmes”, conformado, en su mayoría, por personas comprometidas con la justicia social y la gobernanza de los sectores populares.
Esta última y tercer fase puede ser llamada la del “gobierno pragmático”. Aunque varias fichas firmes renunciaron del ejecutivo, el reacomodamiento de gabinete se explica por la necesidad de culminar el mandato con una mayor efectividad. Pero ojo, la poca efectividad no se debe a la negligencia o baja ejecución presupuestal de las carteras, sino, sobre todo, por el engranaje fétido que domina nuestra institucionalidad. No es fácil cambiar instituciones coloniales, clientelares y corruptas, dijo acertadamente el Ministro de Minas y Energía, Andrés Camacho.
De alguna manera es como si volviéramos a una nueva forma de coalición más prágmatica y menos programática. El gobierno del cambio no puede resistirse a untarse de statu quo y por eso la organización del nuevo gabinete estará a cargo del camaleón, oportunista y agresor, Armando Benedetti. La oligarquía parlamentaria no se va a ir de un día para otro y el ejecutivo necesita seguir intentando la aprobación de las reformas. El cambio que exige el país necesita de los votos de un poder legislativo dominado por las fuerzas reaccionarias. Este panorama colinda con la bancada de izquierda más grande de toda la historia republicana.
Finalmente, el gobierno de este bárbaro está decidido a dejar de mirar al norte. Su estrategia es integrarse al bloque de los BRICS. El cambio de mirada es una necesidad para avanzar en la multipolaridad y en el cambio de paradigmas sobre el futuro de la economía y la vida en el planeta. “La mirada del observador modifica el objeto observado” nos dice la física cuántica, por lo que mirar para otra parte también es una posibilidad para pensar y gobernar la realidad de manera distinta.
Todo esto se da en medio de una economía estable y acciones claves en las carteras de ambiente, agricultura, minas y energía y trabajo, principalmente. Estos ministerios han mostrado lo más notable de nuestra izquierda gobernante. Por otra parte, el contexto bélico no ha dado tregua y confirma la profundización de la periferialización de nuestra guerra. Ya no se logrará la toma del poder ni la dictadura del proletariado, pues lo que ahora tiene lugar es el dominio de zonas de enclave, tanto de economías legales como ilegales.
Es preciso que el proyecto de izquierda trascienda la figura de Petro, pero ese es un tema para otro momento.
Excelente escrito compañero