En estos días, el panorama educativo se ve ensombrecido por la creciente expresión de insatisfacción entre los profesionales de la pedagogía. Como en un oscuro laberinto, muchos han dedicado años a la construcción de su carrera, tejiendo el conocimiento, la experiencia y la pasión en una red sólida.
Sin embargo, la luz al final del camino, representada por la anhelada plaza (indefinida -temporal), a menudo se desvanece en la niebla de criterios de evaluación que parecen emerger desde las sombras, dejando a los aspirantes sin un mapa claro que los guíe hacia su destino laboral.
En medio de este laberinto, algunos profesionales, como astutos navegantes, se aferran a sus brújulas de conexiones y favores, timoneando por las corrientes turbulentas de los procesos administrativos, para alcanzar sus metas laborales. Aun cuando, al alcanzar la costa de los beneficios, muchos naufragan en el mar de la complacencia, olvidando su deber y compromiso con la excelencia educativa, como si la tierra firme de la realización personal estuviera libre de responsabilidades y desafíos.
Pero incluso, en este mar de complacencia, acechan los tiburones de la crítica y la supervisión constante, que se alimentan de la inseguridad y la desconfianza entre colegas. En este océano de rivalidades, el poder y la gloria se erigen como faros, iluminando el camino de aquellos que, como piratas, saquean la confianza y la autoestima de aquellos que luchan por brindar una educación de calidad. No obstante, en este vasto océano de desafíos, también yacen las perlas de la esperanza y la equidad.
Por otra parte, es fundamental que los docentes en provisionalidad tengan acceso a las mismas oportunidades de desarrollo profesional, navegando en barcos de becas y programas de formación hacia la isla del conocimiento continuo. Solo así podrán construir puentes hacia una educación más equitativa y de calidad para todos.
En última instancia, la brújula moral debe guiar los procesos administrativos, asegurando que no se desvíen hacia el favoritismo y los beneficios injustificados. Las designaciones, deben ser faros de transparencia y justicia, iluminando el camino hacia una educación más equitativa y donde el esfuerzo y el talento sean la moneda de cambio. Solo entonces, en las aguas cristalinas de la integridad, podremos construir.