I
A Lady la conocí hace más de veinte años y la vi por última vez hace siete u ocho meses. Estaba contenta y dispuesta a contar las cosas buenas que pasaban por su vida, una costumbre recurrente que tenemos todos. Callamos cuando algo anda mal, pero esperamos el momento adecuado para compartir nuestros buenos momentos. ¡Me voy de Bogotá a trabajar de provisional! Al calor del cigarro que nos arropaba, el brillo en sus ojos sugería que sus sueños empezaban, de una vez por todas, a dar vuelo. Un trabajo estable –así estuviera mediado por la contradicción de ser “provisional”– es tomar las riendas del propio destino. Eso lo sabemos todos los que hemos pasado por la vergonzosa precariedad que ofrecen los colegios privados.
La parcera siempre fue firme en sus convicciones y mostraba con orgullo su hastío con la moral rastrera que, nos guste o no, gobierna a los colombianos. Como todo espíritu romántico, para ella encajar y cumplir el papel de buena ciudadana era empezar a morir lentamente, significaba renunciar a la libertad. Era una mujer ubicada en los márgenes de las verdades establecidas y casi siempre aparentes, divergente, disidente, y, por supuesto, feminista. Ella sabía que la buena letra de la que hablaba Rafael Chirbes es patrimonio de las almas vacías que prefieren las caricias del amo a los golpes que te dará la riesgosa, pero irresistible libertad.
El 28 de enero recibió su último golpe, uno que fue mortal mientras recorría caminos para pensar y soñar con su bicicleta, la compañera incondicional con la que rompía el viento. Un conductor ebrio –puede ser de alcohol, de miedo y de cobardía– la embistió y la mató. Su cuerpo se elevó hasta el cielo para luego caer lentamente mientras Lady recordaba su último momento feliz. El suelo la recibió con la sonrisa de quien, hasta el último instante, fue libre. El conductor huyó y el automóvil fue abandonado. Sin el cuerpo de la víctima no hay delito, pero sin el cuerpo del asesino no hay justicia.
II
La impunidad y la inmunidad son engendros siameses. Ambas palabras flotan en la atmosfera nauseabunda de lo intocable y están relacionadas con la protección –del crimen y del criminal–. La impunidad del crimen y la inmunidad del criminal pisotean, como siempre, a los de ruana, a los que andamos en bicicleta en ese campo de guerra que llaman ciudad. Ingenuos e incautos que vemos en la docencia una práctica de justicia y liberación, pero que cuando salimos del aula nos enceguece una realidad alejada de la justicia. Cuando la acción delictiva y/o criminal no ha sido juzgada decimos –con rabia– que el crimen está impune. Cuando el criminal camina libre y sonriente podemos afirmar que el criminal está inmune. La Ley que lo debe condenar, muchas veces, se hace cómplice para inmunizar al culpable. Y la justicia que lo debe perseguir duerme y ronca en nuestras narices.
En Colombia somos expertos es reproducir impunidad para inmunizar a los criminales. El modelo jurídico saturado del formalismo leguleyo hace que un formulario o un sello impidan juzgar un delito. Además, los funcionarios encargados de impartir justicia no escapan a la corrupción, ese monstruo que domina a la clase política desde hace tiempo. La frase de cliché de “vamos a iniciar una investigación rigurosa” es el inicio de la impunidad. No nos escandalicemos que son verdades inocultables.
Para el 2019, la impunidad en Colombia era del 94%, es decir, que se cada 100 delitos, solo se imparte justicia en 6. La situación es peor en el caso de los feminicidios que, también en el 2019, alcanzaban el vergonzoso porcentaje de 99.5% de impunidad. La impunidad que inmuniza a los criminales provoca que los asesinos huyan como ratas temerosas de la escena del crimen que cometieron. Este fue el caso del conductor del carro con placa DFB199. El asesino debe conocer como funcionan las cloacas de la burocracia judicial.
La lucha por la justicia continúa
Nos vemos el 7 de febrero a las 6:00 p.m en la velatón al frente de la Fiscalía general de la Nación.
[…] y se conoce como crimen pasional y si se trata hacia mujeres, puede tener un agravante y es el de feminicidio. Según la Fiscalía General de la Nación, durante el año 2022 se registraron 244 casos de […]