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martes, diciembre 3, 2024
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El tren de la muerte bogotana

Hace unas semanas en la ciudad de Bogotá se realizaron 19 capturas de miembros que pertenecen a “El tren de Aragua”, en esta acción fueron incautadas 12.300 dosis de bazuco, 3.500 de marihuana y 123 de base de coca, una pistola calibre 7.65, un revólver, 21 teléfonos celulares y un centenar de cédulas de ciudadanía que aún no se tiene certeza  sobre su originalidad.

Según algunas fuentes oficiales estas capturas son equiparables con la desarticulación de la estructura criminal en la capital colombiana, es decir que para algunas instituciones del  Estado colombiano la presencia e incidencia de “El tren de Aragua” en la ciudad de Bogotá  es cosa del pasado. A pesar de las rimbombantes aseveraciones de algunas fuentes  institucionales, hay que decir que el fin “El tren de Aragua” en Bogotá está lejos de ser una realidad en la ciudad, las razones para afirmar esto se concentran en tres: en primer lugar,  el ADN del tren de Aragua que lo hace absolutamente pragmático para actuar y lo ha  llevado a difuminarse por todo latinoamericana, en segundo lugar, la oferta de personal que Bogotá le ofrece al “Tren de Aragua”, y en tercer lugar, la lentitud e ineficiencia del sistema judicial colombiano.

Haciendo énfasis en lo anterior, en el primero de los casos hay que decir que “El tren de Aragua” es una estructura criminal organizada y trasnacional que se originó en Venezuela y
que en la actualidad tiene presencia e incidencia delincuencial en diferentes países latinoamericanos como Colombia, Brasil, Perú, Bolivia y Chile, la composición social de esta megabanda es mayoritariamente de migrantes Venezolanos que con la diáspora por Latinoamérica han llegado a las ciudades capitales e intermedias de los diferentes países, allí han establecido intermediaciones criminales y sucursales delincuenciales.

El arquitecto de este modelo transnacional de subcontratación del crimen es Héctor  Rusthenford Guerrero Flores alias “El niño guerrero”, un curtido criminal que antes y  durante su permanencia en el Centro penitenciario de Tocorón en el Estado de Aragua  (Venezuela) a controlando los hilos de la organización; la metodología de “niño guerrero”  es utilizar personal migrante para aprovechar lazos de camaradería, compadrazgo e  identidad nacional, de igual forma actuar con violencia indiscriminada hacia las estructuras criminales enemigas, y descentralizar las rentas ilegales de la organización, en otras palabras “El tren de Aragua” es una organización criminal absolutamente pragmática y que se comporta como una outsourcing del crimen, por tanto su desarticulación no es posible  de una forma convencional.

Ahora bien, en la ciudad de Bogotá existe una gran masa de jóvenes extranjeros y nacionales sin oportunidades económicas y de ascenso social que pueden ver en el “Tren de Aragua” un proyecto de vida, así mismo, la cultura que ha rodeado la niñez de estos jóvenes ha sido de violencia, por un lado, violencia intrafamiliar en sus casas y, por otro lado, violencia criminal en sus barrios. Si bien todo ejemplo flaquea, y de los barrios marginales posiblemente provengan algunas grandes estrellas del deporte colombiano y profesionales de primer nivel, en todas las localidades de Bogotá existen demasiados incentivos para vincularse al crimen, y la reducción de estos incentivos corre por cuenta de ofertas institucionales robustas y sostenidas en el tiempo.

En todo caso, actualmente existe un equilibrio entre la oferta y la demanda de este servicio violento, por un lado, los señores de la guerra requieren personal para sus actividades del crimen, y, por otro lado, el  personal requiere una forma de subsistencia en la ciudad.

Finalmente es posible observar en Colombia una tradición de lentitud y ineficiencia en el sistema judicial para procesar y limitar la libertad a los criminales, más aún cuando estos últimos cuentan con recursos económicos para su defensa, por ejemplo, en el caso de los amos y señores de la calle del Bronx la justicia colombiana no les pudo comprobar en juicio
su responsabilidad criminal, y por lo tanto hoy están libres, así mismo, Guillermo León Acevedo Giraldo “memo fantasma”, Diego Cadena “el abogángster” y muchos más no quedaron libres por ser inocentes de sus delitos, por el contrario, la razón de su libertad es el vencimiento de los términos.

Ahora bien, en el caso de “El Tren de Aragua” los antiguos cabecillas de la organización en la ciudad de Bogotá ya habían sido capturados en el pasado y su prisión no desarticuló a la estructura criminal, entre otras cosas porque las penitenciarías en Colombia son otro espacio en donde se extiende la vida criminal, en efecto son muy reducidas las motivaciones que proporcionan las cárceles para que los internos no reincidan en los delitos.

Así las cosas, el tren de la muerte bogotana probablemente reajuste sus líneas férreas, contrate nuevo personal, inaugure nuevas líneas y restauren sus estaciones en la ciudad, y como se intentó mostrar en este texto, su desarticulación está más allá de los poderes de una alcaldesa que ya solo le queda un año de gobierno.

Jorge Andrés Baquero Monroy
Licenciado en ciencias sociales de la Universidad de Cundinamarca, Magister en administración pública de la Escuela Superior de Administración Pública. Miembro del grupo de investigación REDES de la ESAP. Actualmente es investigador del proyecto Infraestructuras de Paz, agendas políticas y dinámicas organizacionales en la implementación efectiva del Acuerdo final en Colombia (2016-2022). Sus investigaciones giran en torno a temas como Protesta agraria y conflicto armado en Colombia. mail: Jorgebaqueromon@hotmail.com
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