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«Manuel Zapata Olivella»: Catherine Walsh

Manuel Zapata Olivella*

Por: Catherine Walsh

Nombrado por algunos como “abridor de caminos”, Manuel Za­pata Olivella fue no sólo escritor, novelista, médico, antropólogo, educa­dor, investigador, folclorista y científico  social, sino también —y según él— un vagabundo de y por la vida[i]. Con una obra que  atraviesa más de 50 años y que cruza los campos de literatura, arte, periodismo, historia,  filosofía, antropología, cultura y medicina y enlaza las realidades vividas, la espiritualidad y  el pensamiento de la diáspora africana en el Caribe y las Américas, Zapata Olivella es uno  de los raros y aún poco conocidos intelectuales que luchó para confrontar tanto el racismo  y epidermiza­ción de su nativa Colombia, como la más amplia condición humana y colonial.  Como dice en su texto autobiográfico ¡Levántate mulato!

Mi rostro oscuro no podía mirarse sin miedo en el espejo del conquista­dor europeo. En mi familia todos los abuelos habían nacido engendra­dos en el vientre de mujer india o negra. […] Para mí, las ideas sobre el bastardo americano dejaban de ser simples especulaciones literarias. Yo había nacido del cruce de muchas sangres y sentía el potencial creador del joven que reclamaba un lugar en mi suelo sin reverencias ni claudi­caciones ante ningún amo y señor extraño. (1990: 18)

Aquí Zapata localiza su propia historia y ser dentro del patrón permanente del poder racial y colonial, la opresión vivida, el olvido de la sociedad dominante del negro y la realidad de  la trietnicidad. En Le­vántate, en el ensayo La rebelión de los genes (1997) y en novelas  como Chambacú, corral de los negros (1963) y Changó, el gran putas (1983) nos hace ver  su despertar de conciencia racial, el potencial de sus sangres y sombras y el caminar con  sus ancestros. Así es, y a partir de lo vivido, que el autor ejerce sus múltiples insurgencias  políticas, epistémicas y culturales, desafiando posiciones canónicas, nacionalistas,  folklóricas, exclusionistas y racistas —incluyendo de la izquierda[ii]—, desligando la  reivindicación de lo afro del simple color de la piel y construyendo y promoviendo un  proyecto social radicalmente diferente para el conjun­to de la humanidad.

Para Zapata, la escritura era un arma y herramienta de desalie­nación y transformación; es el lugar principal donde cultiva y ejerce su apuesta metodológica-pedagógica, donde asume la insurgencia y donde demuestra e incita un pensamiento y perspectiva de sentido, sin  duda, decolonial. Tal proyecto se enraíza a lo largo de su amplia obra en tres ejes o  problemas claves y trasversales. El primer eje-problema es la aso­ciación íntima de raza,  capitalismo y colonialismo y su matriz continua de poder. Como Zapata explica en su  introducción a Las claves mágicas de América:

La fase colonialista del capitalismo se caracterizó por la explotación de las fuerzas creadoras, de las riquezas y tecnologías tradicionales acumu­ladas por los pueblos indígenas de América, África y Asia […] A conse­cuencia de este monopolio se creó una nueva relación económica racial: el desarrollo tecnológico para los pueblos blancos opresores y el atraso para los pueblos pigmentados sometidos. Sin estas premisas biológicas y socioeconómicas, los supuestos que se hagan sobre clase, raza y cultura en América se reducirían a meras elucubraciones que encubren la ver­dadera esencia del sistema racista colonial. (1989:14)

Distinto a la perspectiva marxista de su tiempo —evidenciado también, y como hemos visto, en la obra de Freire—, Zapata visibiliza la intersección de raza y clase y la  pigmentocracia de las sociedades la­tinoamericanas. Además, distingue la fase colonialista  del capitalismo y resalta su violencia carnal dirigida de manera particular a la mujer in­dia y  negra. Así, pone en escena los actos de deshumanizar, desarticular, silenciar, objetivizar,  cosificar y mercantilizar, a la vez que da presencia vital a estrategias decoloniales de  resistencia, insurgencia, re-existencia y re-creación. Estas estrategias están  particularmente evidenciadas en su obra magna Changó, el gran putas.

El segundo eje-problema es la condición vivida de deshumaniza­ción y alienación. Inicia Las claves mágicas citando a Fanon:

Las tesis de Frantz Fanon […] abrieron nuevos horizontes a la negri­tud al traspasar la frontera del color para ubicar la alienación en lo más profundo del inconsciente  colectivo del colonizado […] Se trata de los mecanismos alienantes denunciados por  Fanon, quien nos pone en guardia contra la introyección del pensamiento del  colonizador en nuestras mentes, lo que nos compulsa a juzgarnos con el mismo  rasero del colonizador con que fuimos medidos durante siglos de abyección. (Zapata  Olivella, 1989: 6)

En Rebelión de los genes repite la admonición y apunta a la acción: “Debemos ser revolucionarios lúcidos, capaces de asimilar la lección de Frantz Fanon cuando nos pone en  guardia para que no seamos portado­res alienados de la mentalidad colonizadora,  introyectada como propia en nuestros propósitos libertadores” (1997: 349). En su pensar  con Fa­non, Zapata sigue destacando el problema complejo de la epidermiza­ción, su  centralidad como dispositivo del poder colonial, pero también su centralidad en fijar una  noción de negritud y afrodescendencia enrai­zada sólo en el color de la piel y no en la  identificación social, cultural y ancestral. Es esta fijación en/de epidermis, que, para  Zapata, ha contri­buido a fragmentar las luchas de descolonización y humanización —en­tre  “negros” e “indios” por ejemplo—, pero también entre los hombres y las mujeres que se  identifican no sólo por su color sino también por sus raíces africanas, contribuyendo así y  también de esta manera, a la deshumanización y alienación.

El eje-problema de deshumanización y alienación, presente en gran parte de su obra y elaborado con particular atención en la Rebelión de los genes, da impulso y orientación a  una apuesta accional con claro sentido pedagógico. Ahí en Rebelión podemos encontrar  siete elementos claves de su manifiesto humanizante y desalienador:

  1. Ubicarse al lado de, desde y con los oprimidos, las cicatrices del colonialismo cultural y  la herida colonial, sumando el trabajo intelectual, la ciencia y el talento humano a esta  causa.
  2. Enfrentar las herencias alienantes de la esclavitud y colonialidad aún presentes,  incluyendo el desconocimiento de la historia, fi­losofía, ciencia y el pensamiento afro e  indígena, quitando así el velo y enfrentando el colonialismo intelectual[iii] 
  3. Descolonizar la mente y desalienar la palabra alienada y alie­nadora, retomando “la palabra viva… [la que] recrea el pen­samiento, el lenguaje y la rebeldía”, el  “conocimiento  vivencial” y la “herencia libertadora para rescatar su rico acervo, no sólo  de los valores perdidos, sino de sus potencialidades somáticas y espirituales refrenadas  …superando actitudes mentales y com­portamientos heredados de la esclavitud” (1997:  282). Revelar el proyecto racista y alienante de la historia, filosofía y ciencia  eurocéntricas-occidentales dominantes, reconceptuali­zar la ciencia y conocimiento y su  uso estratégico y reconocer/ reapropiar/recuperar/reposicionar el pensamiento y  sabiduría empírico-mágica sobre la naturaleza, vida y sociedad, sobre las luchas  liberadoras. Rescatar y recrear tácticas y estrategias de la herencia liberado­ra; mientras  “el colonizador impuso las reglas de juego, siempre [fueron] sujetas a una respuesta  acondicionada al sentimiento y la experiencia de los oprimidos […], la creatividad bajo la opre­sión” (1997: 252, énfasis propio)[iv]. Tácticas y estrategias entre otras como las de la hermandad presente en el arrochelamiento y apalancamiento, de la rebeldía de cimarronaje —intelectual, artístico, actitudinal y cultural—, del silencio que permitió mantener incólume el espíritu, las lenguas dioses y las diosas culturales, y las de la fuerza insurgente y viviente de la ances­tralidad.
  4. Forjar la familia “Muntú” entendida como “la suma de los di­funtos (ancestros) y los vivos, unidos por la palabra a los ani­males, árboles, minerales y herramientas, en un nudo indisolu­ble […], la concepción de la humanidad que los pueblos más explotados del mundo, los africanos, devuelven a sus coloniza­dores europeos sin amarguras ni resentimientos” (1997: 362).
  5. Encaminar “un nuevo concepto ecuménico” humano, que des­prende de la lógica de la  colonialidad, desmonta la categoría de “raza” y su epidermización deshumanizante, y se  aleja del discurso homogeneizante del mestizaje nacionalista, articulan­do a la vez y  desde los pueblos afrodescendientes e indígenas y la experiencia de la exclusión, una  “profunda conciencia de la diversidad humano y a un más lúcido compromiso con la  fraternidad universal” (1997: 368), alentando de esta manera un proyecto de mestizaje- otro concebido desde un pluriversal que pretende, de mi manera de ver, conducir  críticamente a la interculturalización e interversalización.

El tercer eje-problema, reflejado de manera implícita en el “mani­fiesto” arriba, es el nacionalismo excluyente de Colombia, su país natal, un nacionalismo que Zapata vivió en  carne propia a nivel geopolítico (siendo de Lorica y no de Bogotá), literario, artístico y  racial-étnico-cultural. Desde luego, la falta de reconocimiento hasta hoy de su obra y de su  contribución al pensamiento colombiano y latinoamericano sirve como prueba de la  exclusión, prueba aún más reprochable cuando con­sideramos su condición de pobreza y  abandono en el momento de su muerte. Sin embargo, su escritura, sea en los géneros de  novela, ensayo, relatos, teatro, autobiografía o periodismo, nunca perdió la luz de  esperanza y libertad a pesar de las luchas y tinieblas. Más bien afianzó, con la tenacidad de  pedagogo, por la reivindicación de la humanidad, la capa­cidad epistémica de los  afrodescendientes y el horizonte de lo decolonial (Valdelamar, 2009).

Notas:

* Tomado de: Walsh, Catherine (2013). Pedagogìas decoloniales. prácticas insurgentes de resistir, (re)existir y (re)vivir. Tomo I. Ediciones Abya-Yala: Quito. Pp. 56-61.

[i] El “vagabundaje” a que se refiere Zapata Olivella nace en su afán de conocer la realidad del mundo. Así en los años 1940 llega a Centro América y México, para luego pasar a los Estados Unidos donde vivió en situación muy precaria y empezó a entender en carne y hueso la colonialidad del poder y, de manera relacionada, los problemas de racismo y alienación. Conoció el reconocido poeta afroamericano Langston Hughes como también el emergente movimiento negro. Su libro He visto la noche, publicado en 1952, relata esta experiencia.

[ii] 26 Su crítica en este sentido extendía a los mismos pensadores fundacionales latinoa­mericanos: “En el campo de las luchas sociales, Víctor Haya de la Torre contrade­cía a Mariátegui, afirmando que en América la revolución la realizarían las masas indígenas campesinas y no el proletariado de la naciente industria. Pero en su afán de reivindicar al indio, ambos se olvidaron del negro” (Zapata Olivella, 1990:17).

[iii] 27 En la introducción de Rebelión titulado “Confesiones de un escritor que quiere ser libre” dice: “Podría agregar otros complejos mecanismos culturales que debí des­ajustar para poder escribir a Changó, el Gran Putas, la novela de un médico, escri­tor y antropólogo, en lo posible depurada de toda alienación. Pero debo terminar [esta introducción]. Tan sólo dejarles como conclusión un miniconsejo que se lo escuché al Diablo: desconfíen de la literatura de los opresores si desean ser libres” (1997:29).

[iv] 28 Así aclara: “El amerindio sometido, pero depositario de las claves de la naturaleza y de su cultura, se mantuvo remiso a integrarse en la nueva sociedad. Por su parte, el africano, extraño y poseedor de la energía capaz de poner en movimiento el andamiaje que lo esclavizaba, luchó por sobrevivir y liberarse” (Zapata Olivella, 1997: 252). Además, añade: “América se negreó con los africanos, no por su piel negra, sino por su rebeldía, sus luchas antiesclavistas, su unión con el indio para combatir al opresor, por sus tambores y orichas guerreros, por sus pregones, por su músculo, por su inquebrantable optimismo de pueblo vencedor” (Zapata Olivella, 1990: 330)

Bibliografía

AMIN, Samir 2009 Introducción: Frantz Fanon en África y Asia. En F. Fanon, Piel negra, máscaras blancas. Madrid: Akal.

FANON, Frantz
1974 Piel negra, máscaras blancas. Buenos Aires: Schapire Editor S.R.L.
2001 Los condenados de la tierra. México: Fondo de Cultura Económica. (Originalmente publicado en 1963.)

FREIRE, Paulo
1974a Concientización. Teoría y práctica de la liberación. Buenos Aires: Ediciones
Búsqueda.
1979 Pedagogía del oprimido, 22a ed. México: Siglo XXI Editores.
1982 Cartas a Guinea Bissau. Apuntes de una experiencia en construcción, 5a. ed.
México: Siglo XXI Editores.
1993 Pedagogía de la esperanza. México: Siglo XXI.
1996b Pedagogia da autonomia. Río de Janeiro: Paz e Terra.
2003 El grito manso. México: Siglo XXI.
2005 Educación como práctica de la libertad. México: Siglo XXI Editores.
2006 Pedagogía de la tolerancia. México: CREFAL/Fondo de Cultura Económica.

VALDELAMAR, Lázaro
2009 La cuestión de mestizaje y la categoría epistémica-existencial del Muntú en
La rebelión de los genes y Chango, el gran putas de Manuel Zapata Olivella.
Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica 9, enero-junio, 207-217.

ZAPATA OLIVELLA, Manuel
1974 He visto la noche, Las raíces de la furia negra. Popayán: Editorial Bedout. (Originalmente publicado en 1969.)
1983 Changó, el gran putas. Bogotá: Oveja Negra.
1989 Las claves mágicas de América. Bogotá: Plaza y Janes.
1990 ¡Levántate mulato! “Por mi raza hablará el espíritu”. Bogotá: Letras Americanas.
1997 La rebelión de los genes. El mestizaje americano en la sociedad futura. Bogotá:
Altamir Ediciones.

 

La Hojarasca
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