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Más divino menos humano

Es una persona muy humana», «me preocupa la deshumanización», «que inhumano el trato que le dan»… Son frases que escuchamos e incluso pronunciamos con alguna frecuencia,  utilizando palabras derivadas del vocablo «humano», para lo cual la Real Academia de la  Lengua Española le da como principal significado el de:

  • adj. Dicho de un ser: Que tiene naturaleza de hombre (‖ ser racional). U. t. c. s., frec. m.pl. para referirse al conjunto de los hombres.

¿Y qué más son los «hombres» (entiéndase cómo humanos), que una especie animal,  evolucionada? Un Homo Sapiens que supo adaptarse y logro sobrevivir gracias a su  habilidad de «pensar», ser creativo, expresarse mediante el lenguaje, organizarse en  comunidad, desarrollar un sistema de creencias que le permite aferrarse a la existencia y trabajar para poder vivir mejor.

Bueno, estás características no lo distinguen mucho de sus compañeros de reino, lo que  quizá si pueda distinguirlo es su capacidad para odiar, dañar, irrespetar y pasar por encima  de los demás siendo completamente consciente de hacerlo. Cuando este punto se ha  logrado superar, el humano deja de serlo para convertirse en algo sublime, superior, algo a lo  que he querido denominar lo «Divino».

Sugerir que alguien sea más humano, sería en este caso pedirle que siga cayendo en el caos, y aunque para la matemática, la física y en general las Ciencias, el caos representa  creación, sistemas complejos, dinámicos y no lineales que permiten variaciones en las  condiciones del inicio de los tiempos, como espacio limitado en el tiempo es casi que  poético y muy necesario, pero no para efectos de prolongarlo. Me quiero referir en este  caso a la necesidad de no vivir en el, de saber desprendernos y trascender una vez este  haya cumplido su papel creativo. No considero sano adentrarnos en ese universo del ser  «humano», cuando de armar sociedades sanas, respetuosas y empáticas se trata; más bien acudo al ser «divino».

Ser divino es dejar enarbolar la bondad que brota del ser, es aprender a perdonar, a amar, considerar al otro como un igual, a tratar de entender su pensamiento, reconociendo sus  singularidades. Ser divino va más allá del caos, es la paz interior, la conexión con lo  superior, el que no solo pronuncia sino que ejerce el Namasté. El ser divino es superior en  conocimiento y manejo de emociones pero se siente y se ve como un igual a los demás  porque se considera otro más de la manada. Un ser divino se une en la defensa de las causas justas y se separa en las injustas, tiene la sabiduría justa y necesaria para comprender su entorno, para empatizar sin dificultad.

Todos los seres humanos, tenemos algo de divinos; al menos así lo dejan ver algunos teólogos al hablar del alma o el éter considerado como el quinto elemento en la filosofía  presocrática y estudiado en gran medida por los antiguos alquimistas. Quizá no tenga una  explicación científica para lo que deseo dejar claro, sin embargo estoy segura que varias  veces los grandes científicos, sobre todo aquellos dedicados a la física cuántica, de alguna manera han tenido un acercamiento a este evento, en el que el individuo se conecta con su universo por medio de la vibración de partículas en ondas, quizá imperceptibles para el humano, pero apenas naturales para su parte divina.

De allí que está nueva sociedad que se va formando pide a gritos acudir a la «humanidad» en cada uno, sin percatarse de que lo que pide no es más que repitamos cíclicamente un  proceso devastador. La clave debería ser (según yo), exigirnos ser «más divinos y menos  humanos». Estamos urgidos cómo habitantes del planeta, de la divinidad, urgidos de  espiritualidad, de amor, de empatía, de reflexión, de respeto, de calidez.

Por años creí en el principio de Rosseau, que consideraba al hombre bueno por naturaleza, pero que era corrompible por la sociedad. Ahora estoy más cerca de Maquiavelo, y es que cuánto más me acerco a la humanidad, entre más intento comprenderla, más me percató  de su naturaleza malévola. Si bien es cierto que los infantes son en extremo inocentes,  también lo es que ellos no han desarrollado su capacidad humana, aún necesitan de un proceso biológico dado en el tiempo que les permitirá «madurar» y actuar según su naturaleza con la conciencia necesaria puesta en ello. Es decir que todo es cuestión de  tiempo y desarrollo.

Lo que quizá no consideró Maquiavelo fue esa grandeza del ser humano, al traspasar el umbral hacia lo divino, de alguna manera ignoró la capacidad de seguir evolucionando mental, emocional y espiritualmente; actos que según la neurociencia tendrían lugar en nuestro sistema límbico. Por esto tampoco puedo despegarme del todo de esa filosofía Roussoniana, tal vez muy en el fondo de su esencia la bondad sea una característica innata (nace inocente) que termina perfilándose como la evolución del Homosapiens, pero que el  común denominador (la sociedad) se encarga de acallar, esconder y hasta desaparecer  (corromper).

De tal manera que aquel que se atreva a desafiar a la sociedad y saque de sí la divinidad  para ser expuesta y vivida a profundidad termine siendo estigmatizado, vituperado,  ofendido, dañado para que se mantenga dentro de los parámetros humanos. Así las cosas  cabría acudir al ser divino en cada cual, para que se permita extender a través del ser que  habita y de esta manera volverse más divino y menos humano, como un acto de rebeldía y  levantamiento espiritual en medio del caos.

Claudia Viviana Jiménez Baquero
licenciada en Educación Básica Ciencias Naturales y Educación Ambiental (Universidad del Tolima). Docente SED. Correo electrónico: vivij7720@gmail.com - claudia.jimenez297@educacionbogota.edu.co
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6 Comentarios

    • Saludos Laura, así es; el ego humano es demasiado fuerte como para concluir que ser humano es lo máximo jajaja. PD. Adoro a Savater.

  1. Homo sapiens (literalmente en latín ‘el hombre sabio’); con espíritu dado por lo divino separado de esta simbiosis en la muerte del cuerpo y que quizás en el transcurso de la vida aprendemos del medio y de las circunstancias donde vivimos, para lo cual inherente a lo divino nos enfrentamos al mal pretendiendo ser buenos. Te felicito mi amada hermanita…tus logros nos llenan de emoción.

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