Desde tres fuentes críticas sobre nuestra historia política se expone el fracaso del Estado nacional colombiano. Las fuentes son: Estado y Política en Colombia (1989)[i] de Francisco Leal Buitrago, Problemas de la formación del Estado-Nación en Colombia (1985)[ii] de Jaime Jaramillo Uribe y La violencia y la supresión de la Política (1991)[iii], de Gonzalo Sánchez.
Los intereses privados de las élites criollas.
El capítulo III de Estado y Política en Colombia trata del siglo XIX, conocida como la centuria forjadora de las naciones latinoamericanas. Luego de las independencias, las nacientes republicas se dedicaron a edificar su Estado-nación, cuyo resultado inmediato fue una época marcada por guerras civiles en toda la región.
En este contexto, la formación de la identidad nacional era una necesidad moral, histórica y política de los criollos gobernantes. En el caso colombiano, la clase gobernante fracasó en este proceso, ya que los dirigentes encarnados en los criollos devinieron en caudillos que, a contraluz de los ideales modernos, se resistieron a perder sus antiguos privilegios de la época colonial.
“Las fragmentadas clases dominantes regionales no pudieron armar un proyecto de organización política compatible con la nueva situación de autonomía, viéndose obligados a retomar las estructuras coloniales disponibles […] La competencia de las dispersas elites políticas en torno al manejo de los beneficios que brindaba la organización política heredada de la colonia fue la base de la endeble armazón republicana”. (p. 148).
En otras palabras, el Estado nacional se configuró como una extensión republicana de la sociedad señorial heredada de la colonia y la ausencia de un proyecto nacional moderno favoreció la permanencia de las guerras civiles que, hasta finales del siglo XIX, azotaron la realidad política.
Luego de la Guerra de los Mil Días (1999-1902) la victoria fue para el proyecto de La Regeneración, representado por la elite conservadora, ultramontana e hispanista. “La regeneración fue el inicio del nuevo proyecto político de los latifundistas” (Leal, p.149).
La Regeneración gobernó durante casi 50 años y fabricó un Estado nación con una institucionalidad autoritaria, excluyente y violenta.
El proyecto inconcluso del Estado-Nación en Colombia.
Para Jaime Jaramillo Uribe el Estado-nación debe contener los siguientes elementos. Primero, se necesita un territorio sobre el cual se ejerce la soberanía; en segundo lugar, una economía nacional integrada a través de un mercado nacional; en tercer lugar, una cultura común y, por último, una organización política común.
La lectura de Jaramillo de la historia nacional se encuentra con la incompletud del Estado nacional colombiano y una división entre el papel y la práctica, ya que “continúa existiendo un agudo contraste entre el país formal y el país real. En resumen, el proyecto de integración nacional y de formación del Estado-nación en el sentido moderno sigue siendo eso: un proyecto en marcha” (p. 98).
Por ejemplo, la separación de Panamá y la masacre de las bananeras corroboran la debilidad del estado en el ejercicio de la soberanía, ya que potencias extranjeras o empresas del gran capital han sometido la soberanía nacional a lo largo de la historia.
La limitada formación de una economía nacional es innegable, pues es hasta 1870, con el cultivo del café, que se da inicio al comercio mundial a través del modelo de la monoexportación, es decir, de manera frágil y dependiente.
Los fuertes regionalismos, las dificultades geográficas y una clase política encerrada en sus intereses particulares impidieron una identidad nacional sólida. El Estado colombiano es, hasta hoy, un aparato de poder que alimenta a los poderes regionales y está puesto al servicio del capital global.
La violencia Política como (de)formadora de la nación en Colombia.
En Colombia, la Violencia (con mayúscula) corresponde al periodo comprendido entre (1945-1965). Para Gonzalo Sánchez, durante estas dos décadas se expandió un bipartidismo sectario que fungió como una extensión “tardía de las guerras civiles decimonónicas” (p. 487).
Para Sánchez, la Violencia expresa el fracaso del proyecto nacional y diferencia tres formas en que se hizo visible durante el siglo XX: El terror, la resistencia y la conmoción social.
1. Durante los años 40 y 50 del siglo XX, aconteció el terror como “la supresión de la política” (p. 488). En vez de antagonismo político, hubo persecución y odio entre el pueblo llano instrumentalizado por las dirigencias de los partidos, dando origen a una barbarie insospechada que hizo del corte de franela un “ritual del terror” (p. 491).
La debilidad institucional provocada por la violencia produjo la hegemonía de las élites locales y la cooptación gamonalista de la voluntad popular, pues los poderes regionales “llegaron a las gentes y a las localidades antes que el Estado o el sentido de nación. [En Colombia] el mundo de los copartidarios es anterior al mundo de los ciudadanos” (p. 488).
Paradójicamente, fue el surgimiento del bipartidismo el que anuló la modernización política. En Colombia, “cuanto más se acentúa el contenido partidario de las posiciones tanto más se despoja a estas de su potencial político” (p. 489).
2. La resistencia emerge en la década de los cincuenta con las guerrillas, primero liberales y luego comunistas. Durante las décadas del 60 y 70, el guerrillero se convierte en el héroe de los silenciados, pero también de los sobrevivientes de la Violencia. “La guerrilla es no solo una categoría política sino también un lugar de estratificación social” (p. 498).
3. La conmoción social se traduce en la presencia permanente de la violencia en la sociedad. Desde los años 80 la conmoción social nos recuerda que en Colombia tenemos un Estado sin nación.
El narcotráfico, el escalamiento del conflicto armado, la corrupción y el paramilitarismo, expresan el fracaso de la democracia. Además, la estigmatización de la protesta social y la eliminación de la oposición, además de una vergonzosa desigualdad, son algunas de las características de la conmoción social que perdura hasta nuestros días.
La imagen que acompaña este texto expresa la relación cruel entre la república y la violencia, pues la primera se forjó al calor de la segunda. La animalidad de los gobernantes y el acto carroñero sobre la bandera desnudan la violencia de los discursos civilistas y leguleyos de la clase política. Aquí, un comentario sobre la pintura República, de Débora Arango.
Notas
[i] Leal Buitrago, Francisco (1989) Estado y política en Colombia. Editorial Siglo XXI. Bogotá.
[ii] Jaramillo Uribe, Jaime (1985/2002) “Problemas de la formación del Estado-Nación en Colombia “. En: Historia, Sociedad y Cultura. Ensayos y conferencias. Ed: CESO. Universidad de Los Andes. Bogotá
[iii] Sánchez, Gonzalo (1991/1997)) “La violencia y la supresión de la Política”. En: Antología del ensayo en Colombia. Biblioteca de la Presidencia de la República. Bogotá