Acabo de finalizar una participación como ponente en un congreso internacional de revistas
científicas. Interesante actividad que me ha permitido escuchar otras experiencias de editores de revistas en América Latina, y al mismo tiempo, confirmar varias cosas que ya venía pensando y sobre las que vengo escribiendo.
Por ejemplo: escuché a un editor de revistas, citar, a su vez, a una especie de mentor que le habría dicho, que él, en su revista, era y debía ser Dios. Comprendiendo el contexto bajo el cual se lo habría dicho [su gurú], no deja de generar ciertos resquemores, porque, si bien es cierto muchos editores buscan cualificar cada día más la práctica y la gestión editorial, no es menos cierto que muchos se creen a rajatabla semejante mención, y hacen y deshacen en lo que consideran su predio, perjudicando la labor editorial como concepto, como práctica que otros buscan dignificar, pero al mismo tiempo, y peor aún, frustrando carreras de investigadores nóveles.
En segundo lugar, salta a la palestra un tema que revisita la cuestión de vez en cuando y de cuando en vez. Me refiero a la retribución que las revistas que tienen cobros por APC, niegan a los revisores de artículos en revistas científicas.
Es un tema recurrente, y que divide a los editores de revistas científicas. Hay quienes apuestan por avanzar o mantener el cobro por APC, aludiendo a la necesidad de financiar la comunicación científica, pero en el trayecto de semejante defensa, agregan y afirman que la ciencia es altruista; pero lo curioso es que es altruista cuando a ese grupo les interesa que así sea.
¿Que por qué lo digo? Sencillo, porque cuando se les requiere entonces una retribución económica (y ya no más simbólica) para los revisores, allí la ciencia sí es altruista, pero olvidan que lo es cuando les corresponde hacer un cobro por APC. En el congreso, se dejó sentir esa división de opiniones, posturas y prácticas.
En tercer lugar, llama la atención la forma en la que los editores de algunas revistas indexadas en Scopus y WoS, consideran a las revistas que, probablemente por ser nuevas (o incluso, por no tener el mismo músculo de financiamiento), no han alcanzado aún los mismos niveles que aquellas otras.
Hablan de ‘calidad’, de ‘garantía de calidad’, entre tantas otras cosas. Pero en el fondo, todos sabemos que no se trata de eso. Tratan y consideran la colaboración científica, siempre y cuando el retorno sea para ellos, pero no para las revistas que vienen
emergiendo. Claro está, hay quienes no actúan de esta forma, y quienes comprenden la colaboración científica en términos de equidad y justicia, e incluso, en términos de ayuda y apoyo.
América Latina no tiene por qué competir con otras regiones, y eso es así por varias razones. Nuestra región tiene realidades y contextos muy distintos a los del norte global, por lo que las capacidades de inversión, infraestructura digital, física y financiera, difieren en gran manera.
Así las cosas, parece obvio que lo que se tiene deba priorizarse y focalizarse de forma acertada, y eso implica no correr la misma carrera anglosajona y euroccidental, pasa por generar formas distintas de evaluar la ciencia, formas estas que se parezcan a nuestras realidades y contextos; pasa por generar formas colaborativas distintas y más desprejuiciadas; pasa por democratizar la ciencia de maneras que no se parecen a las empleadas por países con capacidades de inversión, desarrollo científico-tecnológico y capacidad de innovación superior a las del promedio latinoamericano. Pero eso mismo que se viene considerando en el marco de desigualdades territoriales, debe comprenderse en el contexto más delimitado de las revistas científicas.
Finalmente, alguien se preguntaba en el congreso: ¿es posible humanizar la gestión editorial? Tal pregunta no las hemos venido haciendo desde hace ya mucho tiempo, y sobre ello hemos escrito. De hecho, hay trabajos publicados al respecto. Y es así porque creemos en el fondo que las revistas científicas deben estar al servicio social, mucho más que al servicio de la construcción de métricas egoístas para una institución.
Entonces, ¿cómo es que ocurre, que en pleno siglo XXI, aún haya un editor o grupo de editores, que no dan una respuesta oportuna y bien justificada en función del veredicto arbitral?, ¿cómo es que una revista no permite las apelaciones ante rechazos de artículos?, entre tantas otras prácticas que se ven a diario en el contexto de este tipo de publicaciones.