“Estas son las paradojas de la historia. ¿Cómo cuando vemos a sectores del clero devenir en fuerzas revolucionarias vamos a resignarnos a ver sectores del marxismo deviniendo en fuerzas eclesiásticas? Esperamos, desde luego, que por afirmar estas cosas no se nos aplique el procedimiento de la ‘Excomunión’ y, desde luego, tampoco el de la ‘Santa Inquisición”
Fidel Castro Congreso Cultural de La Habana (1968)
La Inquisición, esa oscura y represiva institución medieval, bajo la cual miles de hombres y mujeres fueron víctimas del fanatismo religioso y la ignorancia, continúa ejerciendo su influencia sobre la conciencia colectiva. Sus huellas persisten en la psique de aquellos que, irónicamente, se proclaman defensores del sindicalismo. No olvidemos que, en 1633, Galileo Galilei se vio obligado a retractarse de sus afirmaciones en apoyo a las teorías heliocéntricas de Copérnico. En aquel período, el simple acto de pensar era considerado un delito, y cualquier manifestación de independencia intelectual se castigaba sin piedad como herejía, mientras los tribunales eclesiásticos estaban ávidos de juzgar, señalar y castigar.
Michel Foucault realizó un meticuloso análisis de esta sociedad disciplinaria, basada en el adoctrinamiento y la instilación del miedo como mecanismos de control. Podría parecer que estos episodios están desconectados del movimiento sindical, que muchos consideran como un pilar fundamental de la democracia en nuestra sociedad, especialmente en países como Colombia, donde se ha reconocido la victimización del sindicalismo en el conflicto armado.
Sin embargo, debo afirmar con claridad que existen sectores que, mientras aplauden al llamado «gobierno del cambio,» al que la mayoría de los maestros y maestras respaldamos, simultáneamente intentan sofocar y juzgar a aquellos dentro del magisterio que simplemente desean presentar un plan de trabajo en un comité sindical para su debate y avance.
Les gusta hablar de «disciplina sindical,» pero ¿a qué disciplina se refieren? ¿La disciplina de la sumisión y el silencio? No permitieron ni siquiera que se leyera completamente la propuesta de plan de trabajo antes de argumentar que violaba los estatutos. ¿Acaso su visión es tan estrecha? Han transformado un asunto metodológico en un conflicto político y, previamente, declararon de manera hipócrita que toda acción tiene una motivación política.
Evidentemente, la motivación subyacente es que, para ellos, si no tienen el control absoluto del comité sindical, este no debe funcionar. ¿No les resulta familiar esta actitud en ciertos sectores políticos que buscan obstaculizar el avance del gobierno Petro? De esta manera, ponen trabas a todo, manipulan ideas y tergiversan información, dilatan el proceso y luego se quejan de que se les están cerrando espacios. Como un maestro en Ciudad Bolívar lo expresó con acierto, olvidan que los maestros también tienen ojos, conciencia y pensamiento crítico, y muchos están percibiendo su comportamiento.
Aún peor, nos acusan de fomentar un sindicalismo paralelo por simplemente presentar una propuesta de trabajo, y luego se asombran ante una reacción airada a su provocación. ¿No les pasa por la mente que muchos maestros han abandonado el sindicato o han fundado otros debido a su comportamiento? Su trato constante hacia la diversidad, su falta de respuesta a las peticiones de transformación en la organización sindical, su resistencia a la autocrítica, su autoritarismo ante los maestros y su negativa a reconocer la legitimidad de las nuevas fuerzas dentro del magisterio han llevado a situaciones lamentables, en las que las contradicciones a veces son aún más profundas que las que existen con la clase opresora.
Nos encontramos en el tercer período asambleario de este proceso de renacimiento magisterial, y aún prevalece la percepción de que la junta directiva del sindicato posee dos niveles de legitimidad. A pesar de hablar de pedagogía crítica, les incomoda que alguien piense y proponga. Han dividido la asamblea y la junta en «ellos» y «nosotros,» simplemente debido a su terquedad y arrogancia. No se puede construir unidad con personas que consideran a los sectores del magisterio que no comparten su línea política como enemigos de clase.