Es evidente que hay toda una estrategia de golpe blando y duro de forma simultánea, en Colombia, contra el gobierno actual. Es claro que es una estrategia calcada para todos los países de América latina. La oligarquía ha entendido que el fascismo y las dictaduras de formas directas, ya no son tan exitosas. El escritor Juan Carlos Monedero, en su libro “curso urgente de política para gente decente” lo deja señalado. La derecha también ha entendido que se trata de disputar el sentido común. Ahora bien, los factores endógenos que conducen al fracaso de los proyectos alternativos suelen no ser publicados o puestos en discusión.
Hace unos 2350 años. Un filósofo genial, padre de la lógica formal, amigo del poder de turno y de los principios de la política nos señalaba cosas que siguen muy presentes. En el libro octavo de “La política”, acerca del procedimiento de la revolución nos expresa que:
“la demagogia ha nacido casi siempre del empeño de hacer absoluta y general una igualdad que solo era real y positiva en ciertos aspectos, porque todos son igualmente libres, se ha creído que debían serlo de forma absoluta, la oligarquía ha nacido de hacer absoluta y general una desigualdad que solo era real y positiva en ciertos conceptos, porque siendo los hombres desiguales han supuesto que deben serlo en todas las demás y sin limitación alguna”
La disputa por la democracia es un terreno donde se deben marcara unos principios que siempre tendrán contradictores. Si nuestra disputa implica defender el trabajo y no el capital habrá que asumir que los gremios y empresarios no estarán de acuerdo. Perder el tiempo en conciliaciones imposibles solo frustrara la esperanza de quienes son la mayoría social y viven del trabajo. Si la reforma a la salud desde nuestra concepción implica arrebatarle al mercado este derecho, flaco favor se hace al tratar de darle la razón y hacer una reforma al tamaño los intereses de los empresarios.
Entonces las reformas no llegan y la mayoría social siente que no hay cambios, que “vivir sabroso” se diluye como agua entre las manos. Este problema se puede caracterizar como la falta de herramientas para profundizar la democracia. Es una verdad de apuño que no somos mayoría en el parlamento y esto no va cambiar en los años siguientes. Mecanismos de implementación son urgentes.
Pero también están las insurgencias, las disidencias descompuestas y los grupos criminales. Su concepción de la democracia es radical, pretenden que el gobierno pueda hacer reformas más profundas, más cercanas a una propuesta socialista, lo cual es inviable. Y la descomposición de la guerra hace que las gentes del común padezcan un infierno, acá y ahora sin salidas viables.
La paz total es una idea absoluta e inviable para un tiempo reciente. El acuerdo de la Habana está totalmente incumplido, van más de 400 firmantes asesinados y continua la guerra contra quienes apostaron a la paz. Poca credibilidad da a quienes quieren un proceso de paz posterior, y por supuesto para quienes quisieron disputar el sentido común, desde las urnas, las calles, las veredas y los territorios.
La derrota en estas elecciones regionales seria la muerte anticipada de la gobernabilidad. Por esta razón es fundamental que el pacto histórico avance en victorias regionales: concejales, edilatos, alcaldías, pero principalmente en la capital. Fue un desacierto cerrar las listas, producto de ellos hay 21000 listas independientes con los mismos partidos del pacto y solo 3 mil oficiales. No se puede ser tan terco. Es necesario avanzar en consultas internas, o en abrir las listas de elecciones territoriales y cerrar las parlamentarias. Aun así, la meta es ganar, es la única opción posible. Para ello hay que señalar las rutas de cumplir el programa de gobierno más allá de señalar las limitaciones y obstáculos de la derecha.
Finalmente, Aristóteles nos señala las causas de los golpes de estado, aunque los llame “revoluciones” para el derrocar un gobierno por otro, es una revolución:
“En la democracia las revoluciones nacen principalmente del carácter turbulento de los demagogos. Con relación a los particulares, los demagogos con sus perpetuas denuncias obligan a los mismos ricos a reunirse para conspirar, porque el común peligro aproxima a los que son más enemigos, y cuando se trata de asuntos públicos, procuran arrastrar a la multitud a la sublevación. Fácil es convencerse de que esto ha tenido lugar mil veces.”
Cuidarse de la sublevación de la izquierda más radical, o de la derecha es una de las tareas más importantes porque el resultado será el mismo. El retorno del fascismo.