En 1847, cuando la organización de artesanos de Colombia apareció para exigir mejores condiciones, se sabía que el ejercicio sindical en este pequeño espacio del planeta no iba a ser sencillo en lo absoluto; siendo confirmado por todos aquellos que, entre 1918 y 1930, tuvieron el heroísmo de hacer lo propio dándole forma a un sindicalismo que luchaba por ser parte activa de la sociedad, y que como la historia nos lo demuestra es tratado de ahogar como aquel conato de fuego que apenas comienza a tomar fuerza, estrepitosamente es sofocado y casi desaparecido.
Tal como se evidenció en 1928 con uno de los episodios más crueles en la historia de la persecución al sindicalismo colombiano; llamado la Masacre de las Bananeras, cuando la «United Fruit Company»; con más de 25.000 trabajadores, a su cargo, muy inconformes con su salario y con las malas condiciones de trabajo, decidieron ir a la huelga; está decidió pedir el 6 de diciembre a la fuerza pública que dispersasen a todo el campesinado: así, más de 2.500 personas fueron dispersadas de manera violenta y por las armas, dejando cientos de muertos y heridos, además de una gran cantidad de encarcelados.
A través de estos crueles sucesos sería fácil pensar en la consecución de un pueblo amedrentado que busca enfrentarse en lo más mínimo al poder. El dato curioso es que por más esfuerzo, maltrato, persecución y demás actos en contra del sindicalismo, este siempre ha mantenido una pequeña llama encendida, que al cabo de un tiempo vuelve a mostrarse e intentar arder; de alguna manera me gusta compararlo con el magma que recorre el planeta entero, en las profundidades y que en su andar a través de los tiempos encuentra pequeños cráteres por los cuales logra salir a la superficie (de ahí que no se haya logrado apagar aún).
Es a partir de 1935, que aparece el primer sindicato fortalecido en Colombia, conformado por quienes se convertirían en la Confederación de Trabajadores de Colombia, el término legal se encuentra entre comillas no porque está actividad se desarrolle fuera de los términos de la legalidad, ya que de hecho, es un derecho que ha sido proclamado en la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), cómo:
«el derecho habilitante que permite la participación efectiva de los actores no estatales en la política económica y social, y que constituye el núcleo de la democracia y del estado de derecho»
En Colombia este ejercicio se ha visto tan permeado por los intereses políticos y la estigmatización por parte del poder gobernante y económico que aún en pleno siglo XXI, sobre el 2023 en curso; quienes pertenecen a las múltiples organizaciones sindicales parecieran estar haciendo algo prohibido. Si bien es cierto que las represiones a los trabajadores y las trabajadoras que se encuentran afiliadas y afiliados han disminuido notablemente, también lo es que pocas veces por no decir nunca, es bien recibido por el empleador.
La situación jamas ha sido óptima para el o la sindicalista en Colombia, sin embargo en los últimos tiempos la baja participación en los sindicatos, la trivializacion de las marchas, el desgaste producto de tantos obstáculos en el derecho a asociarse libremente y defender sus derechos como trabajadores, el menosprecio de la sociedad, las malas desiciones de algunas directivas en los sindicatos, la necesidad económica y los intereses personales primando sobre los generales, conducen a preguntarse ¿Es el sindicalismo, una especie en vía de extinción?
Cada día es posible observar con preocupación que las malas condiciones laborales, las injusticias, los bajos salarios, las condiciones de vida por debajo del estándar, se van normalizando, los líderes dispuestos a defender los derechos colectivos son más imperceptibles, porque los pocos que van apareciendo, son amedrentados y comprometidos no solo en su integridad física sino en muchas ocasiones la de sus familiares y amigos también. Los líderes que en alguna medida han podido acceder al poder deben empezar a luchar no solo contra el Establecimiento, también contra sus propios egos y debilidades humanas.
La cosa no pinta fácil, y esto es sencillo; o nos unimos para remar con fortaleza o dejamos que el barco se siga hundiendo y que se salve quien pueda… Yo que soy amiga de los grises, los matices y los tonos, entiendo que en este caso nos tocó elegir entre el blanco o el negro. No podemos seguir permitiendo que ese fuego interior se apague, no es hora de rendirnos, ni de dar un paso al costado, pongámonos la camiseta y saquemos esto adelante, no más excusas para no asistir a las manifestaciones, marchas y Paros que nos convocan en nuestro interés, si nuestro propósito es apoyar hagámoslo verdaderamente, pero no nos quedemos en el limbo, si queremos que los sindicatos den resultados debemos poner de nuestra parte, porque el canto de dos golondrinas no es tan sonoro como el de la bandada; unas pequeñas gotas de agua pueden hacer que los transeúntes aligeren el paso, pero el aguacero los mantiene resguardados.
Salvemos la especie del sindicalismo; cómo lo veo, es quizá el único capaz de conservar la dignidad en estos tiempos deshumanizantes.