Tomado de: Sousa Santos, Boaventura (2022). Tesis sobre la descolonización de la Historia. CLACSO. Buenos Aires. Pp. 15-22.
3) Llamo descolonización de la historia a una intervención intelectual que confronta los diferentes modos de dominación moderna, en la medida en que estos han configurado la escritura hegemónica de la historia moderna. Los modos más importantes o extendidos de la dominación moderna son el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Los dos últimos existían antes del capitalismo, pero este los reconfiguró profundamente a fin de garantizar una explotación sostenible del trabajo humano y de la naturaleza. La explotación de la mano de obra libre no se sostiene sin una mano de obra sumamente devaluada, así como una mano de obra impaga, provista por cuerpos racializados (colonialismo) y sexualizados (patriarcado).
En distintas partes del mundo, estos tres modos de dominación se han articulado históricamente con otros modos de dominación-satélite, como los conflictos generacionales, el castismo y la movilización política de la religión. La descolonización de la historia es entonces una metonimia (pars pro toto): apunta a cuestionar las vías a través de las cuales los diferentes modos de dominación moderna han configurado la escritura de la historia.
4) Descolonizar la historia entraña identificar la dominación de la historia en la historia de la dominación. La dominación occidentocéntrica moderna se caracteriza por dos conceptos operativos básicos: la línea abismal y el tiempo lineal. La línea abismal es la línea radical de separación entre los seres plenamente humanos y los seres subhumanos: la naturalización más radical de las jerarquías sociales en tiempos modernos. Esta línea ocupa el centro de la expansión colonial europea. El colonialismo y el patriarcado se han reconfigurado para operar como regímenes privilegiados de subhumanización. A menudo se han movilizado dominaciones-satélite preexistentes para reforzar la línea abismal, que se caracteriza crucialmente por ser tan radical como invisible, a la vez que subyace a todas las distinciones y jerarquías sociales
El liberalismo europeo, aun cuando haya proclamado la libertad y la igualdad universal de todos los seres humanos, retuvo el privilegio de definir cuáles eran los seres vivos que contaban como plenamente humanos. Quien no sea plenamente humano no puede ser tratado como humano. De ahí la línea abismal. Con el tiempo, la línea abismal devino en el rasgo más afianzado de la jerarquía social moderna, omnipresente en nuestra época. Alimentada por el colonialismo, el racismo y el sexismo, siguió estructurando las concepciones dominantes de la vida económica, social, política y cultural. Sobrevivió al final del colonialismo histórico –provocado por la independencia política de las colonias europeas– y subyace a las versiones dominantes del sentido común en nuestros tiempos.
La historia de los ganadores es abismal, en la medida en que recrea y oculta esa línea. Descolonizar la historia equivale a denunciar la existencia de la línea abismal, a reivindicar la plena humanidad de las poblaciones tachadas de subhumanas, así como a escribir la historia poniendo de relieve los procesos de subhumanización y la resistencia contra ellos. La descolonización de la historia es la afirmación de una historia postabismal.
El tiempo lineal es una concepción particular del tiempo, que lo entiende como algo que se mueve en una sola dirección, en una duración acumulativa y una secuencia irreversible. La idea europea del progreso estableció el tiempo lineal como concepción universal del tiempo, en cuyo marco los colonizadores europeos se atribuyeron el derecho a decidir qué contaba como más o menos avanzado, es decir, como progresivo. El tiempo lineal fue particularmente funcional para los objetivos de la conquista europea, debido a su facilidad para traducir el tiempo en espacio. Los territorios de ultramar eran tan remotos en el espacio como en el tiempo. Las tierras exóticas con ideas extrañas del tiempo se encontraban temporalmente muy distantes del presente que habitaba el colonizador.
La eficacia del tiempo lineal consistió en justificar la idea según la cual el pasado de los colonizados no tenía futuro, excepto por el que ofrecía el colonizador. Una vez desposeído de toda función creadora de futuro, ese pasado se tachó de irrelevante y merecedor de olvido. Así construida, la idea de progreso puede convertir la opresión en liberación, los opresores en libertadores, y el barbarismo en misión civilizadora. Cuando Napoleón llegó a Egipto en 1798, explicó así sus acciones a los habitantes locales:
“Pueblo de Egipto: nuestros enemigos les dirán que yo he venido a destruir vuestra religión. No les crean. Díganles que he venido a restaurar vuestros derechos, a castigar a vuestros usurpadores y a erigir el verdadero culto a Mahoma” (Proclama de Napoleón a los egipcios, 2 de julio de 1798, citada en Hurewitz, 1975, p. 116).
Desde la perspectiva de los invadidos, la proclama de Napoleón no engañó a nadie en lo concerniente a sus objetivos imperialistas. Así la disecciona punto por punto el cronista egipcio Al-Jabarti, testigo directo de la invasión: “Luego [Napoleón] procede a hacer algo aún peor –Dios lo condene a la perdición–, con las palabras: ‘Yo sirvo a Dios más que los mamelucos […]’. No cabe duda de que esta es una enajenación de su mente y un exceso de estupidez”. Al-Jabarti expone después los errores gramaticales del mediocre árabe coránico que se había usado en la proclama, y concluye: “Sin embargo, es posible que no haya inversión, y que el significado sea: ‘Yo tengo más tropas o más dinero que los mamelucos’
[…] En consecuencia, sus palabras ‘Yo sirvo a Dios’ son una nueva oración y una nueva mentira” (1933, p. 31).
Estas citas ilustran el profundo entrelazamiento del tiempo lineal con la línea abismal. El progreso es el progreso de la línea abismal, nunca el de su superación. Tradición e innovación, continuidad y discontinuidad, son algunos de los conceptos operativos cruciales que subyacen al tiempo lineal. La historia de los ganadores, tal como la cuentan las generaciones posteriores, ve la tradición como un tesoro invaluable, depositado a buen resguardo; y la innovación, como una incesante repetición de la victoria. De ahí que el opresor vea el pasado como la continuidad de la opresión, y la condición opresiva como una condición natural.
La historia de los damnés, tal como la cuentan las generaciones inaugurales, ve la tradición como una tarea inminente, como un sitio de excavación hasta ahora inexplorado, que, de ser excavado con minuciosidad, proveerá razones para desnaturalizar, deslegitimar e interrumpir la opresión, así como para modificar el relato histórico. Es por eso que, para el oprimido, la historia de su relación con el opresor tiende a ser una discontinuidad de derrotas y victorias: una secuencia de repetición redentora, como la llamaría Walter Benjamin, y no de repetición mecánica (1969). En su estilo corrosivo, Samuel Beckett lo expresa bien: “Siempre fracasó. No importa. Pruebe otra vez. Fracase otra vez. Fracase mejor” (1983, p. 7).
Pero… ¿cómo fracasar mejor? Tenemos que recurrir a Cabral para obtener una respuesta: “No le escondas nada a nuestro pueblo. No digas mentiras. Expón las mentiras cuando quiera que sean dichas. No encubras las dificultades, los errores, los fracasos. No te atribuyas victorias fáciles” (1970, p. 89).
Además, la innovación es la interrupción de la opresión, la irrupción de la resistencia. La inconformidad con la opresión entraña siempre interrupción e irrupción. Es un proceso sin fin. Poco antes de su asesinato (1921), Rosa Luxemburgo –otra brillante crítica del capitalismo occidental– escribió: “Ich bin, Ich war, Ich werde sein [Soy, fui, seré]” (1919).
Bibliografía
Al-Jabarti, Abd Al-Rahman (1993). Crónica de la ocupación francesa de Al-Jabart, 1798. Princeton: Markus Wiener.
Beckett, Samuel (1983). Worstward Ho. Nueva York: Grove Press.
Benjamin, Walter (1969). Illuminations. Nueva York: Schocken Books [Walter Benjamin, Iluminaciones, traducción de Jesús Aguirre y Rodolfo Blatt. Barcelona: Taurus, 2018].
Cabral, Amílcar (1970). Revolución en Guinea. Textos selectos. Londres: Monthly Review
Luxemburgo, Rosa (1919). «Die Ordnung herrscht in Berlin». Die Rote Fahne, 14(2).