Recientemente el caricaturista Santiago Vega, más conocido como «Patata», publicó una imagen que sugiere un torso de mujer abrazando algunas flores contra su pecho, acompañada de la frase «Que miedo ser mujer en Colombia». Muchas personas respondieron atacándolo, otras agregando niños, y otro tipo de personas a la lista, habían quienes aclaraban que no solo en Colombia si no en cualquier lugar del mundo, y así respectivamente… Personalmente esta frase me hizo reflexionar y me devolvió a uno de esos artículos inconclusos que quedan como dormidos en el archivo, por no saber cómo desarrollar la idea, abriendo el camino hacia donde podría dirigirlo.
¿Las mujeres sentimos miedo de ser mujeres? Es probable que algunas puedan contradecirme, pero diría que no; digo; ¡claro que sentimos miedo!, es una emoción inherente a los animales desencadenada en un cóctel de hormonas que se activan desde la amígdala cerebral, en defensa ante una situación que ella reconoce como amenaza; y que a lo largo del tiempo nos ha servido como impulsor en la evolución. Quien diga que no ha sentido miedo en su vida, estaría mintiendo. En efecto existen múltiples motivos, todos ellos diferentes, que activan nuestra amígdala y nos lleva a enfrentarnos a está ya conocida emoción; sin embargo, considero que el «ser mujer»; por si mismo, no constituye uno de ellos.
Ser mujer es bello, es contar con infinidad de talentos, emociones, conocimientos, características fisiológicas y biológicas únicas en la especie humana, tenemos en nuestro cuerpo el poder de proteger nuestra especie, ser mujer es en pocas palabras la vida misma, y allí no hay nada a qué temer. El temor está en lo que se produce por fuera del espectro del género, el miedo es a la violencia, al dolor, a la pérdida, a la muerte algunas veces, pero no a ser mujer.
Esto no quiere decir que esté en contraposición de la frase, en verdad, creo que no podría estar más de acuerdo con Patata, ¿La razón? Simple… Gran parte de cuánto las personas tememos, no conoce sexo, raza, cultura, género o especie, pero lamentablemente en Colombia, pareciera que estuviera especialmente programada contra sectores históricamente discriminados, el caso las mujeres, quizá en el mundo entero, está sea una constante, pero como Colombiana que solo ha vivido en este país puedo decir que irrefutablemente.
Colombia es muestra de una sociedad machista por excelencia que unida al patriarcado presente a pesar de tantos años, avances, descubrimientos y más, sigue viviendo en la época feudal; permitiendo la invalidación de la mujer como un igual, hipersexualizandola, encasillándola, denigrándola y denegando su posibilidad de «ser mujer», lo que lleva a pensar al hombre clásico colombiano, que tiene un poder especial sobre la mujer, la asimila como suya, cuál si fuera una propiedad de la que puede disponer a su antojo, como un objeto de satisfacción y a su vez como una conquista.
La mujer en Colombia entonces representa lo que un reino para el Rey, es el objetivo a alcanzar para poder tomar posesión, no solo de su cuerpo si no de su ser en general, para engrandecerse y demostrar poderío; de allí que en ocasiones, los ególatras hombres toman los cuerpos femeninos como territorio conquistado, en ocasiones por vías civilizadas y consensuadas, en otras ocasiones por vías agresivas, violentas, e irracionales, de igual manera en el terreno de la guerra y los enfrentamientos por ganar poder, dichos cuerpos son utilizados como armas o medios de venganza, basta con leer algunos pasajes de los testimonios inmersos en el informe de la comisión de la Verdad, para constatar que es así como sucede.
Resulta bastante triste entender y reconocer nuestra realidad, más aún cuando no contamos con una defensa férrea y unas políticas serías que vayan en pro de los derechos femeninos, por supuesto hay una sensación refrescante cuando algunos hombres se tornan empáticos y son capaces de visualizar algunas de estas problemáticas, pero evidentemente aún falta demasiado por hacer, no cuenta con la información necesaria para demostrar lo siguiente; pero me atrevo a asegurar desde el conocimiento de causa que tan solo el uno por ciento de las mujeres en Colombia no ha sido víctima de abuso y violencia de género.
Y aún más arriesgada, me atrevería a decir que ese número es una exageración, si tenemos en cuenta aquellas mujeres que aún no son conscientes de las micro violencias y los micro machismos, a los que son sometidas o de los que son víctimas, ya que el hecho de no saber de ellos, no indica su inexistencia.
Alguna vez conversando con una mujer mayor que denotaba un camino largo recorrido dentro de lo agreste de la vida, se alegraba de haber procreado solo hijos hombres, porque decía que las mujeres llegaban a sufrir y a pasar dificultades; yo pensaba en lo triste y difícil que tuvo que ser su vida para que llegara a semejante conclusión, pero no era culpa suya, sino de esta sociedad que no ha sido capaz de reivindicar y dar valor real a la feminidad. Qué triste tener que reconocer que está sociedad se ha visto avocada por años a minimizar y restar valor a la mujer, con el afán de imponer un patriarcado que poco conoce de los misterios sagrados de la energía femenina en el mundo.
En verdad que miedo ser mujer en Colombia, que miedo andar por sus calles, sintiendo que no nos pertenecen, que miedo subir al transporte público, que miedo ir sola a cualquier lugar, que miedo ponerse algo que se vea medianamente bonito, que miedo ser agradable físicamente, que miedo parecer sexi, que miedo, quedarse con un hombre a solas, que miedo expresarnos cómo mujeres, que miedo…