El 31 de octubre del año 2019 falleció el sociólogo, escritor y periodista Alfredo Molano Bravo, uno de los colombianos que más finura tuvo para contar las historias de la gente del común y corriente que habitaba los territorios más inexpugnables de la nación, territorios que compartían características como una histórica presencia estatal débil, una convivencia con grupos armados ilegales, una cultura campesina, indígena y afro que se resiste a la modernidad y un desarrollo local sustentado mayoritariamente en actividades primarias e ilegales.
En el recorrido que hizo Molano a través de su vida de escritor, figuraron textos excelsos como “desterrados”, “los años del tropel”, “Trochas y fusiles” y “cartas a Antonia”, siendo este último un póstumo regalo que el autor le dejó a su nieta y a todos sus lectores para que lloraran por partes iguales al examinar una historia de la Colombia marginada, y el doloroso recorrido que hizo Alfredo al luchar contra el cáncer que al finallo llevo a la muerte.
Hace meses las citadinas cámaras de video de los principales noticieros tuvieron que asistir a la vereda Alto Remanso, en el municipio de Puerto Leguizamo, en el departamento de Putumayo, lo hicieron para buscar las pistas de una macabra historia, al parecer el 28 de marzo de 2022 miembros de las Fuerzas Militares colombianas realizaron una masacre de civiles que departían en el mismo lugar que un par de disidentes de las FARC-EP. La historia sensibilizó a miles de colombianos que asistieron a una escucha sostenida, sensible y desgarradora de las diferentes crónicas sobre esté caso de “falsos positivos”, como es
habitual cada tanto, la sociedad colombiana se estremeció con la realidad que viven cientos
de miles de compatriotas que tienen la mala suerte o no sé, de habitar el departamento del
Putumayo, otro lugar maravilloso para Molano que inmortalizó en su libro “del otro lado”.
“Del otro lado” es un retrato de “la Colombia profunda”, una frase maravillosa de Molano y algo sobre utilizada por estos días, este texto es un impactante recorrido por seis historias de campesinos e indígenas que habitaban la frontera colombo ecuatoriana a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI; por cuestiones del destino caprichoso estos habitantes de la frontera tienen que vivir toda una osadía de los huyentes, cada uno desde su historia, desde su humanidad y desde su “voz limpia” reconstruyen el rompecabeza de la vida al lado de las guerrillas, los paramilitares, los cultivos de coca, los campesinos, los indígenas y por supuesto, los problemas.
La primera de las historias es la de Demetrio, hijo de huyentes de La violencia que más tarde seria desplazado forzosamente por el Ejército Nacional, esto obedeció a que Demetrio compartía con el Ejercito Nacional el territorio que él utilizaba para explotar madera, este campesino de forma resignada huye al Ecuador para reiniciar su vida, pero nuevamente le toca huir en el momento que el Ejercito Nacional realiza ataque aéreo en el municipio de Puerto Nuevo (Ecuador).
Una historia mucho más morbosa sobre el conflicto armado es la del personaje llamado “El abeja”, este amante del peligro exhibe parte de la historia del Caquetá, de la persecución a la Unión patriótica, del auge de la coca, los negocios ilegales, la relación de la población con las todopoderosas FARC, y su viacrucis en un juicio que lo tuvo 2 años en la cárcel. Después de salir de la cárcel “El abeja” continuó en lo de siempre, vinculado a los negocios ilegales, y ayudando a uno u otro bando en la guerra, de todas formas el dinero venga de donde venga sirve igual.
Una historia que atrapa al lector es la de “Nury”, como era habitual en la pluma de Molano, en este relato se entrelazaban las historias de vida con la historia política del pais, en este caso la historia de amor entre Nury y Raúl en medio de los paros cocaleros del año 1996 y la posterior arremetida de los grupos paramilitares hacia los lideres cívicos de la protesta. Con el paso del tiempo Nury se vuelve lideresa por los derechos humanos, de manera sucesiva la vida la va llevando a un hallazgo más escalofriante que él anterior, por ejemplo, que los vínculos entre Fuerzas Militares y paramilitares eran estrechos, que la guerra del gobierno contra las FARC, la estaban ganando los primeros con cifras falsas y asesinando civiles, y finalmente que los derechos humanos se hicieron para que nadie los cumpla.
Otra historia sumamente sensible es la de Mariana, una indígena siona que despues de ser desplazada por el conflicto armado y por una multinacional petrolera, la guerra le arrebata sus costumbres, cosmovisiones y respeto por su “medicina”, el Yagé; esta historia es una fotografía de lo que se lleva por delante el conflicto armado en las comunidades que intentan resistir a la modernidad, pues cuando los indígenas, afro o gitanos quieren reiniciar sus vidas, el conflicto ya les ha quitado su forma de vivir y habitar el mundo.
Las últimas dos historias son desprevenidas miradas de la Colombia profunda, en el primero de los casos el personaje “maromero” es un comerciante que a lo largo de su vida notó como el dinero de la cocaína dinamizaba cuanta actividad económica tenia alrededor, los comerciantes, los trabajadores, la guerrilla, la policía, todo el mundo sacaba su tajada.
De la misma forma que “maromero” se imbricó en los mercados derivados de la cocaína, Rosita, sin saberlo entró a los negocios ilegales, Rosita era una mujer Casanareña que en el putumayo desarrolló algunos negocios como la venta de gasolina, actividad que le valió para que el Estado colombiano la sindicara de aprovisionar de remesas, combustibles y armas a las FARC, sin embargo entre aguas del Rio Putumayo es muy difícil saber para quien es cada mercancía, cada billete, cada remesa, es decir, en la triple frontera fluvial (Ecuador, Perú y Colombia) no se sabe es nada.
En todo caso, despues de salir de la cárcel y con una deuda enorme, Rosita tiene que huir despavorida de la región, por que los sobrevivientes a los “falsos positivos judiciales” ahora son presa de los asesinatos en la penumbra, de esta forma llega al Ecuador y jamás regresa. Como estas historias Alfredo Molano nos regaló cientos, estas las recogió por las selvas, los valles, los caminos, los ríos y muchas pero muchas montañas, muchas gracias maestro por colocar ha conversar a las grandes ciudades con las regiones más apartadas de Colombia, regiones que todavía tienen las “voces limpias de la gente”.