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Voces que van y vienen: Colombia vibra entre el miedo y la Esperanza

Todavía son muchas las voces y conjeturas que van y vienen en lo que respecta a lo que fue el desarrollo de la campaña electoral en sus dos jornadas y que dieron como triunfadores a la alianza de los sectores progresistas y de izquierda en Colombia, liderados por Gustavo Petro y Francia Elena Márquez.

Contienda electoral que estuvo marcada por la cizaña, el engaño al sufragante, la mentira, la manipulación mediática y la presión de fuertes grupos del poder económico, interesados en que se impusiera o continuara un modelo de gobierno (Menéndez, 2022). Incluso, el fantasma del fraude ha estado presente al igual que en la campaña de 2018, danzó sobre las urnas y en algunas candidaturas oficialistas.

De hecho, podemos decir sin miedo a equivocarnos, que esas quejas vociferantes y perturbadoras, vienen de quienes no pueden aceptar que muchos se quemaron definitivamente en la carrera política y que se impuso un modelo renovador, refrescante, con nuevas perspectivas y que al menos en el papel, dista mucho del prototipo anquilosado, dubitativo y con disertaciones y proyectos que ni reflejan, ni encauzan las verdaderas necesidades y problemáticas del país.

Por un lado, se escuchan las voces triunfalistas de una amplia gama de sectores políticos, de profesionales e intelectuales, sectores populares, y emergentes, que ven en el triunfo del Pacto Histórico la oportunidad de reivindicar reclamos y demandas que se han fosilizado por décadas. Son las voces alentadas de campesinos, estudiantes, afrodescendientes, indígenas, mujeres, magisterio y la pequeña industria avizorando que sus peticiones han sido traducidas en un plan de trabajo que despierte al país del letargo en que se encuentra.

Del otro lado se escuchan los lamentos, los escupitajos y “mea culpas” que se lanzan unos a otros por los resultados obtenidos, por la forma como se manejaron las campañas, porque se destapó que el oficialismo y muchos de los sectores políticos que lo apoyan en verdad son un nudo de intereses  particulares y porque en consecuencia, ningún candidato (ni de derecha, ni de centro, ni de ultraderecha), logró recoger en sus arquillas los mensajes que desde el  oscurantismo lanzaban quienes querían derrotar a Petro. Ninguno pudo enarbolar las banderas ni de un partido, ni de una ideología, ni siquiera del uribismo, con la fortaleza que mostró su inspirador 20 años atrás.

¿Democracia? La libertad de saber vender conciencias. Por: Oscar Miranda

De nada sirvieron los esputos creados desde la misma vertiente y que asustaban con el “castrochavismo”, la “revolución molecular”, o que “nos van a volver como Venezuela”, “Ud hizo un pacto con el diablo” o el famélico “Ud aquí sobra” que gruñiría desesperado el menos versado. (YouTube, 2019)

Hoy, ya con un poco de más tranquilidad y con el ánimo de ver el proceso con otras ópticas, surgen preguntas que generan respuestas, unas inmediatas, otras trémulas a aquello que nos podía esperar o nos puede esperar a futuro. Por un lado, cabe examinar ¿Qué le esperaba a Colombia si hubiera ganado cualquier candidato de centro o de derecha oficialista en primera vuelta o en el caso particular, si hubiera ganado la propuesta del señor Rodolfo Hernández en la segunda vuelta? Como es obvio, también cabe indagar ¿Qué puede suceder durante estos cuatro años, ¿qué le espera a Colombia con el triunfo de Petro y Francia Márquez?

Antes de abordar cualquier pregunta, es pertinente aclarar que no podemos trabajar sobre supuestos. Nuestras premisas parten de la reflexión de quienes componen cada campaña y del lenguaje electoral, en algunos casos rebosados de insultos, discontinuidades, vaivenes y artimañas.

Al abordar la primera inquietud, es un hecho casi ineludible, que de haber ganado el sector que defiende la derecha y el oficialismo y especialmente de haber triunfado la campaña de Federico Gutiérrez en primera vuelta o Rodolfo Hernández en la segunda, infladas de la noche a la mañana por políticos, medios de comunicación y sectores rancios, Colombia podría sumirse en la más cruenta de las confrontaciones a través del resurgimiento de las movilizaciones sociales.

Sus raciocinios y proclamas de campaña, sus nexos con el uribismo y el apoyo que recibieron de sectores opositores al cambio (políticos y militares), dan cuenta de un posible gobierno de Hernández en medio de paros sociales sin precedentes con comunidades indígenas, campesinas, obreras, ambientalistas, estudiantiles, de género, lideres sociales, reclamantes de tierras y docentes a la vanguardia, quienes levantarían nuevamente sus banderas, frente a un gobierno que pintaba desde temprano su decisión a no dialogar, a reprimir, a no ceder ni conceder, a legalizar y proteger intereses particulares, a ponerse del lado de los grandes empresarios, tal como lo ha hecho en sus mejores momentos el gobierno de Iván Duque.

¿Qué le espera a Colombia con el gobierno del Pacto Histórico liderado por Gustavo Petro y Francia Márquez?

Por un lado, tenemos que aclarar que el Pacto Histórico surge y se desarrolla como un movimiento al que confluyen, muchas vertientes, algunas coequiperas, otras cercanas y otras distantes del pensamiento de izquierda que lidera Francia Márquez y de centro – progresismo que lidera Petro.

El primer peligro radica en que al momento de tomar decisiones salgan a flote esos intereses sectoriales y algunos mezquinos que llegaron al pacto por conveniencia o por necesidad y conduzcan a reversas muy incomodas para el gobierno. Pero consideramos que el acuerdo nacional que está convocando el Pacto Histórico es una estrategia necesaria y puntual que hace que el nuevo gobierno se rodee de aquellos grupos que además de hacer mayorías consultoras, asesoras, también sean mayorías aprobatorias.

Por otra parte, no podemos tapar el sol con una mano, pretendiendo olvidar que, tras 200 años de historia republicana, quienes han ostentado el poder han sido destinatarios y encumbrados defensores del estatus quo. Dos siglos en que los hoy deslegitimados herederos de las castas señoriales han impuesto la guerra, el desplazamiento, la pobreza, el hambre, el dolor, la tugurización como mecanismos para reciclar el poder con el mismo discurso con que lo siguen defendiendo. Dos siglos que serán difíciles de superar, de odio enraizado, de postración y de languidez por construir cosas nuevas.

El pasado 19 de junio, contrario a muchos presagios, vientos de desaliento y a pesar del aún abultado desconcierto popular expresado en la abstención electoral, podríamos decir que asistimos a una movilización de primeras líneas.  Esas primeras líneas de madres cabeza de hogar que han perdido a sus hijos en los crecientes casos de ejecuciones extrajudiciales, las primeras líneas de campesinos que perdieron y cedieron sus tierras al usurpador atrincherado detrás de los fusiles de ejércitos privados, las primeras líneas de vendedores ambulantes, trabajadores informales, que otrora no eran más que un número, un voto, un gasto.

Las primeras líneas de comunidades indígenas ancestrales que día a día ven reducidos sus resguardos, sus garantías y sus culturas. Primeras líneas de jóvenes que recibieron su cédula y han visto las esperanzas de progreso de sus padres y familiares opacadas en turbios andamiajes de las corruptelas. Llegaron a las urnas también las primeras líneas que luchan por el reconocimiento y respeto de los Derechos constitucionales de los movimientos sociales anti patriarcales, esos que aglutinan a comunidades LGBTIQA, los grupos feministas, los sectores intelectuales que desde las distintas academias reclaman la delantera para enfrentar el atraso.

Allí están también los grupos que rechazan abiertamente el militarismo, la agresión policial, la arremetía brutal del ESMAD, el conservadurismo afincado en los partidos políticos tradicionales y en muchos movimientos políticos, sociales, económicos y culturales. En esencia todos quienes de una manera u otra quieren ver a Colombia alejada de esa aldea enterrada en medio de la nada.

Este panorama invita tanto al Pacto Histórico, a quienes defienden sus presupuestos, como a sus propios detractores a repensar el país, no solo para los próximos cuatro años, sino de ahí en adelante. Para los primeros, el gran reto es el de iniciar procesos de reconstrucción o quizá de creación de un tejido Social sobre las bases del Sumak Kawsay, de un buen vivir, del vivir sabroso, de la buena convivencia. Supone redoblar esfuerzos y cimentar una ética de cuidado, una ética orientada a cuidarse a sí mismo, cuidar de los otros, cuidar del entorno, cuidar de la Madre tierra.

Esta sería una política de Estado que elimine el concepto de dominación, eliminación del contrario, imposición, desarraigo y expropiación, propios de las políticas guerreristas que nos han antecedido.  Para los segundos, significa revisar profundamente los principios ideológicos, filosóficos y programáticos de sus partidos. A su vez, implica el reto de seguir poniendo al país por debajo de los intereses de sus partidos, de sus intereses electorales o ponerlo como punta de lanza de una transformación no de eslóganes, ni de campañas, ni de discursos populistas arribistas.

Las voces de “vivir sabroso” empeñan la palabra y el sueño por democratizar la tenencia de la tierra, aunque unos pocos solo piensen que democratizar es sinónimo de expropiar, porque el criterio usurero de esos  pocos no nos permite ni siquiera adivinar que es posible que otros también tengan tierra y que la pongan a producir y desarrollen procesos agropecuarios tecnificados, altamente productivos y que desde el afloramiento de nuevos centros de acopio, los productores puedan vender sus productos, que el Estado sea su principal cliente,  que la construcción de vías férreas y nuevas carreteras garanticen  integrar económicamente las regiones y mayores facilidades para la exportación. Que la reapertura de las fronteras con Venezuela signifique la reactivación económica para ambos países.

Aquí, creemos que está el meollo del cambio. La falta de democracia en la tenencia de la tierra ha sido la causa fundante del conflicto social, político y económico que ha enfrascado y adormecido a nuestra región. En tanto, no podamos dar pasos certeros en permitir que los latifundistas se lancen a la tarea de industrializar la producción y que los minifundios puedan tecnificarse y ver abiertas las puertas a su desempeño, seguiremos viendo en el modelo de la expropiación como un espanto para las campañas venideras.

La voz de los “nadies” se debe traducir en la oportunidad para que hijos de campesinos, obreros, de trabajadores informales puedan ingresar a carreras profesionales gratuitas y de connotada calidad, que las universidades públicas y privadas compitan en la creación y activación de centros de investigación, que creen nuevas tecnologías para el campo, para la educación, para la industria manufacturera, que le solucionen los problemas para miles de emprendedores que desean hacer de sus ideas una catapulta de innovación y de empleabilidad.

Que no tengamos que seguir dependiendo de que un gobierno caiga “bien” entre los empresarios e inversionistas extranjeros para importar bienes de capital extranjero con las promesas de crear unos cuantos empleos al año. Que no tengamos que depender tampoco de exenciones arancelarias para unos cuantos a cambio de la desdicha de muchos.

Voces que van y vienen. Murmullos que desentrañan “luchas y resistencias” (Petro, 2021) o que desenmascaran pedregosos corazones. Acciones y reacciones movilizan gente, algunos con las miradas perdidas, lejanas, sin mayor razón que esperar el nuevo yugo, el nuevo desacierto. Otros con las manos firmes en lo alto, porque están seguros de que al final del ciclo, nuestra estirpe, como la estirpe macondiana que somos, condenada a cien años de soledad, por fin tendremos una segunda oportunidad sobre la tierra.

Referencias:

Menéndez, M. (2022). Colombia: cambio o continuismo. Revista Juventud rebelde. Diario de la juventud cubana.  Descargable en : https://www.juventudrebelde.cu/internacionales/2022-06-18/colombia-cambio-o-continuismo

Petro, G.  (2021). Una vida, muchas vidas. Editorial Planeta. Bogotá. 337

YouTube. (02/12/2019) Rifirrafe entre Carlos Felipe Mejía y Gustavo Petro en el Senado.

Óscar William Miranda Forero
Licenciado en ciencias sociales de la Universidad Distrital. Docente en la Secretaría de educación del Distrito. Autor del libro "Aleteos y Asombroso" (poesía). Correo electrónico: mirandaforero@gmail.com
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