El lenguaje no es un reflejo de la realidad, sino un artefacto que la representa y le da significado. Esta afirmación es casi indiscutible en las Ciencias Sociales y Humanas, dado que se trata de disciplinas donde los conceptos que usan para pensar la realidad no preexisten a los discursos que los nombran, pues “la historia de estos objetos es la historia de su producción” (Castro-Gómez, 2011: 250-251). En consecuencia, se producen múltiples significados alrededor de una misma palabra y emerge la disputa constante entre distintos significados por ver cual se hace hegemónico, sin que ninguno lo logre plenamente. ¿Acaso podemos dar un solo significado sobre la categoría de ciudadano, Estado, democracia o nación? ¿Alguien podría afirmar que la sociedad, la justicia social o los derechos humanos son conceptos con significados clausurados?
La proliferación de significados alrededor de un mismo concepto es una cualidad del acontecimiento democrático es, decir, “una experiencia en constante tensión y un lugar de negociación política” (Cadahia, 2011: 81). Según esto, podemos afirmar que en una democracia los acuerdos para nombrar el mundo son provisionales, inestables e imperfectos, pero permiten delinear imágenes colectivas e incluyentes de futuro. De tal manera, la fabricación permanente de significados, la desnaturalización de las identidades y la apertura al disenso y al desacuerdo son prácticas políticas emancipatorias (Quintana, 2020).
Para mostrar la variedad de significación podemos acudir a la categoría de significante vacío, esto es, un significante sin significado único, o mejor, con la posibilidad de ser contenedor de múltiples significados (Laclau, 2005). Nos encontramos con significados contingentes expuestos al ejercicio crítico de la sociedad y a la emergencia permanente de las contradicciones, el antagonismo y el conflicto (Zuleta, 2015).
Entre los conceptos de la historia social moderna, la categoría de nación es, quizá, la más movediza y difusa a la hora pretender definirla. Sus significados han sido configurados por los discursos nacionalistas que, en palabras de Eric Hobsbawm, “anteceden a las naciones” (1998: 18). Lo anterior permite comprender la nación como un significante vacío, esto es, “un vehículo para reclamos de diversa índole, al que pueden adherírsele desde la lucha por la igualdad de derechos de las minorías hasta la xenofobia” (Fernández, 2000: 18).
En Colombia, las elecciones presidenciales del próximo 29 de mayo han estado atravesadas por las disputas alrededor de la representación y el significado de la comunidad nacional. Sin desconocer los puntos grises y los matices, la nación como modelo identitario se está debatiendo entre una concepción oligarca y mafiosa con proyección fascista, y otra popular y plebeya con proyección progresista. La primera busca suprimir los significados alternativos para proteger un statu quo universalista, excluyente y violento; la segunda lucha por abrir espacios de participación y generar representaciones nacionales que permitan una transición pluriversalista (Mignolo, 2015).
La nación fascista/mafiosa
La clase política mafiosa y fascistoide que ha gobernado en Colombia está empeñada en clausurar e inmunizar la posibilidad de imaginar y representar la nación con otros y nuevos significados. Al mejor estilo de la “neolengua/monolengua” de la novela 1984, se quiere impedir la movilidad del lenguaje y encadenar la imaginación de futuro a verdades estáticas que se repiten una y otra vez. El objetivo es hacer del presente y del pasado figuras muertas encerradas en sí mismas: “la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza”, palabras citadas en la obra de Orwell (1980), o la “mano firme, corazón grande” del uribismo. Ambos lemas proyectan la imagen de un perro que gira en círculos hasta morderse la cola. Es el mundo de la repetición que no se transforma.
El mundo de la repetición también es el mundo del fascismo que mira el pasado con nostalgia (Eco, 2019). Basta con recordar a Mussolini y su deseo por volver a la Terza Roma fascista (Tercera Roma fascista),o a Trump y su Make America great again (Haz Ámerica grande otra vez). En Colombia, la experiencia fascistoide que lleva la marca del uribismo por estos días nos mostró el meme de Fico y su “movimiento en reversa”, una retrotopía (Bauman, 2017) que quiere retornar a un único significado de la familia, la democracia, el Estado y la paz. Como vemos, la univocidad es una acción política que suprime la crítica, solidifica identidades, persigue la oposición, expulsa la diferencia y elimina la diversidad.
Esta figura nacional unívoca es parte del engranaje ideológico que encarnó el proyecto uribista de la “seguridad democrática” en Colombia, a inicios del siglo XXI. La campaña discursiva violenta alrededor de la supresión de significados produjo que el conflicto armado fuera denominado “guerra”, los opositores y lidere/sas sociales fueran tildados de “terroristas”, que el pensamiento crítico se rotulara como “castro-chavismo” y la desnaturalización identitaria deviniera en la superficial “ideología de género”.
La nación popular/plebeya del progresismo
La nación comprendida desde el progresismo está compuesta por la multiplicidad de voces y la apertura de significados. Si gana el Pacto Histórico, habría por primera vez en Colombia un gobierno que reconocería el revés de la nación (Serje, 2011); es decir, un significado nacional anclado en la heterogeneidad y la diferencia (Chatterjee, 2008; Bhabha, 2010;). La importancia de los nadies, a los que hace referencia Francia Márquez, es que cuando los nombra se fractura la narrativa falaz de la pureza racial, social y étnica que defienden algunas figuras políticas influyentes. Los nadies aparecen representados con rostro, cuerpo y voz para interpelar la interioridad de la nación. En palabras de Homi Bhabha “el ‘otro’ nunca está fuera o más allá de nosotros; surge con fuerza dentro del discurso cultural cuando pensamos que hablamos, de la manera más íntima y natural, ‘entre nosotros’” (2010: 16).
Por otra parte, la figura nacional del progresismo es novedosa y trasgresora por su defensa del conflicto, el disenso y el desacuerdo como prácticas democráticas necesarias para imaginar un futuro distinto. El “perdón social”, enunciado por Petro, es una profanación al mito de la legalidad tan apreciada por la “gente de bien”, cuando en realidad es una formalidad leguleya y vacía de sentido para la democracia “más antigua y estable del continente”. Continuar con la concepción del conflicto como anomalía o enfermedad social es perpetuar la violencia (Quintana, 2020), cuando lo que se necesitan son mecanismos políticos que alienten la contradicción y el debate. Al Pacto Histórico le temen aquellos que han vivido y se han beneficiado de la continuidad del conflicto y de la degradación de la cultura política.
“No podemos aspirar al punto cero de la violencia pero si podemos contrarrestar los mecanismos más destructivos de ella. Se requiere construir, no solamente instituciones fuertes que ordenen, sino instituciones vitales que logren que el disenso pueda aparecer”. (Laura Quintana, 2021)
La nación popular del progresismo se afirma sobre la vulnerabilidad inherente a la condición humana y a la inevitabilidad de la interdependencia y el cuidado mutuo. Frente el individualismo y el discurso de la autosuperación promocionado por el neoliberalismo que enferma y deprime los cuerpos, el Pacto Histórico apuesta por una política del cuidado. Una representación nacional emancipadora requiere aceptar que somos seres relacionales, frágiles y vulnerables (Quintana, 2021: 11-15). De eso se trata el Ubuntu que inspira a Francia Márquez, ya que el “soy porque somos” es una práctica política que confronta la la representación de la alteridad como un enemigo interno.
Los cambios no serán rápidos ni tendrán la profundidad esperada, pues el Pacto Histórico hace parte de una sistema global de explotación y consumo. Sin embargo, las prácticas políticas locales y la puesta en marcha de nuevas representaciones sobre la nación son un punto de referencia para la imaginación política del tiempo por-venir. Por eso, el cambio debe darse en primera o en segunda vuelta. Lo cierto es que el cambio es imparable.
Referencias
Bhabha, Homi (1990/2010) (comp.). Nación y narración. Entre la ilusión de una identidad y las diferencias culturales. Buenos Aires: Siglo XXI editores – CLACSO
Bauman, Zygmunt (2017). Retro1topía. Barcelona: Paidós Ibérica.
Castro-Gómez, Santiago (1996/2011). Crítica de la Razón Latinoamericana. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana. Instituto Pensar.
Cadahia, Luciana (2011). “Entre la liturgia y el desencanto: la profanación del dispositivo democrático”. En: Umbrales filosóficos: posicionamientos y perspectivas del pensamiento contemporáneo. Murcia: Universidad de Murcia.
Chatteijee, Partha (2008). La nación en tiempo heterogéneo y otros estudios subalternos. Buenos Aires: Siglo XXI editores.
Eco, Umberto (2019). “Los 14 síntomas del fascismo eterno”. Recuperado a partir de https://ctxt.es/es/20190116/Politica/23898/Umberto-Eco-documento-CTXT-fascismo-nazismo-extrema-derecha.htm
Hobsbawm, Eric (1998). Naciones y nacionalismos desde 1780. Barcelona: Crítica:
Fernández, Álvaro (2000). La invención de la nación Lecturas de la identidad de Herder a Homi Bhabha. Buenos Aires: Manantial.
Laclau, Ernesto (2005). La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Mignolo, Walter (2015). Habitar la frontera. Sentir y pensar la descolonialidad (Antología, 1999-2014). Barcelona: CIDOB – Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Quintana, Laura (2020). “Un movimiento emancipatorio es afectivo, busca otra vida”. Entrevista en Filosofía & Co. Recuperado de: https://www.filco.es/laura-quintana-emancipacion-otra-vida/
Quintana, Laura; Wilches-Chaux, Gustavo y Rueda, Miguel (2020) Diversidad. Bogotá: Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV) – Rey Naranjo Editores.
Quintana, Laura (2020) Política de los cuerpos. Emancipaciones desde y más allá de Jacques Ranciere. Barcelona: Herder.
Quintana, Laura (2021). “El Legado de la verdad para una sociedad en Transición”. Conversatorio recuperado a partir de: https://www.youtube.com/watch?v=tA3OKRd9bek&t=13s
Serje de la Ossa, Margarita (2011). El revés de la nación: territorios salvajes, fronteras y tierras de nadie. Bogotá: CESO – Universidad de los Andes.
Zuleta, E. (2015). “Sobre la guerra”. Revista Universidad De Antioquia, (319). Recuperado a partir de https://revistas.udea.edu.co/index.php/revistaudea/article/view/22402