La gente estuvo el 31 de diciembre en las calles comprando calzones amarillos para fin de año, vistiendo el muñeco de año viejo, haciendo su lista de deseos para el 2022 y comprando los ingredientes para la cena de fin de año y de paso las uvas para que muy a las 12 puedan comerse 1 por cada mes y pedir un deseo. Ojalá entre ellos esté no perder la esperanza y que se acabe el mal gobierno.
Finaliza 2021 con la humanidad alborotada por la nueva variante OMICRON del coronavirus, el mismo nombre parece sacado de una película de ficción de esas apocalípticas, en donde la humanidad lucha por la supervivencia de la especie contra un enemigo extraterrestre. Sin embargo, la diferencia es abismal, aquí los humanos no luchan contra un alienígena, lidian contra un sistema opresor que desde el inicio de la pandemia aprovechó el miedo, los aislamientos obligatorios y la enfermedad para apretar mas la soga en el cuello e ir desmontando los avances en materia de democracia y bienestar que se habían logrado durante el siglo XX.
Se apostó todo a la vacunación masiva como tabla de salvación contra la pandemia, pero no se tocó para nada el modelo económico neoliberal causante de esta extraña situación. No hay que olvidar que algunos científicos atribuyen como causa de la nueva enfermedad, el hecho de la expansión de la economía de despojo a territorios inexplorados en donde la humanidad no había tenido contacto con virus, además de que su rápida propagación y difícil control está relacionada con la situación de los sistemas de salud a nivel mundial que en una gran mayoría de países son un negocio lucrativo para los privados, lo que implica que en muchas ocasiones el manejo de la pandemia ha obedecido más a intereses económicos y políticos que han colocado el negocio por encima de la vida y la salud de la humanidad.
En Colombia, particularmente el manejo de la pandemia ha sido un fracaso total, no profundizaré en las problemáticas ni en las consecuencias políticas, económicas y sociales de la pandemia, tan solo diré que producto de la peste, además de la acumulación histórica de problemáticas no resueltas y de un modelo de gobierno fascistoide, el país vivió tal vez uno de los años más agitados a nivel de movilización social en toda su historia.
Con el desempleo, la pobreza y la crisis económica rampantes y descollantes, comparados con las cifras de otros países de la región e incluso del mundo, gremios, sindicatos, jóvenes, mujeres, grupos minoritarios salieron a exigir cambios en la política social y económica, pero lejos de obtener respuestas, recibieron represión, muerte, tortura, estigmatización, criminalización y mentiras, muchas mentiras… un ejército de mercenarios del micrófono y las cámaras prepagados, al servicio de los grandes conglomerados económicos anestesian con información parcializada al grueso de la población y legitiman los crímenes de Estado y la masacre.
El regalo de navidad del gobierno Duque es todo un monumento a la infamia, lo llamaron “ley de seguridad ciudadana”, no la llamaron “seguridad democrática” para no contaminarla de la desacreditada estrategia uribista, pero fue aplaudida por el grupo poblacional y los sectores políticos y de opinión que ansían con ganas que se instaure el paramilitarismo urbano definitivamente, para dar rienda suelta al instinto asesino y poder dar de baja a cuanto manifestante se encuentren por el camino, además de justificar la violencia policial, todo esto sin riesgo de ser investigados o por lo menos sancionados socialmente, en pocas palabras, la masacre se volvió ley.
De manera paralela el gobierno Duque alardea con el aumento del salario mínimo como histórico, al alcanzar el millón de pesos, olvidando la inflación del 7.05% la mas alta en 20 años, y además pasando por alto las cifras de informalidad en donde mas del 50% de la población no tiene acceso a un mínimo porque viven del “rebusque” diario, la economía del semáforo, en donde el tinto, los limpiavidrios y las ventas callejeras son el sustento de millones.
Así pues, Colombia finaliza un 2021 turbulento, lleno de vicisitudes y con un ambiente electoral extremadamente polarizado, lleno de contradicciones, escándalos de corrupción y señalamientos, con el peligro inminente de que los sectores de izquierda, producto de su canibalismo histórico no logren concretar una estrategia clara y eclosionen en la llegada al poder que tanto necesita el país.
Mientras tanto la gente del común estará hoy 31 de diciembre en las calles, comprando calzones amarillos para fin de año, vistiendo el muñeco de año viejo, haciendo su lista de deseos para el 2022, comprando los ingredientes para la cena de fin de año y de paso las uvas para que muy a las 12 puedan comerse 1 por cada mes y pedir un deseo. Ojalá entre ellos esté no perder la esperanza y que se acabe el mal gobierno.