Pensar que en Colombia las instituciones políticas defienden al pueblo, o creer que el poder político vela por los intereses comunes, es creer en una ilusión. La ilusión y el espejismo son las condiciones de posibilidad del Estado-nación colombiano. Nos hemos constituido como sociedad sobre ilusiones y reflejos distorsionados de lo que es la democracia.
Los dos niños asesinados en Tibú por la mano negra y bajo la complicidad de la fuerza pública, son ráfagas de conmoción que podrían despertar a la sociedad del estado narcótico que funda la ilusión. En vez de esto, el poder del espejismo muestra un partido de fútbol, un reality o intimida con el garrote del ESMAD y el paramilitarismo a quienes se atreven a protestar, a reclamar su tierra o a defender sus territorios.
El teatro de la ilusión vuelve a superar la realidad. El poder del señor matanza, a la mejor manera de la película Matrix, nos mantiene conectados para extraernos todo rastro de realidad. Rolnik afirma que el capitalismo, además de extraernos el trabajo, se apropia de nuestro deseo. Por su parte, el sistema de poder en Colombia está decidido a extraernos la capacidad de afrontar lo real.
Una de las consecuencias de vivir en la ilusión es el olvido permanente. A los que se enfrentan al olvido, es decir, la ilusión, los matan. Recordemos a Jaime Garzón, Lucas Villa o a tantas otras personas. Los niños de Tibú fueron asesinados. ¿También serán olvidados?
Pero la fuerza de la realidad no descansa y persiste en mostrarse con su crudeza y crueldad. La transformación política de Colombia será posible cuando miremos la tragedia de frente, cuando aceptemos el conflicto, la violencia y la guerra como posibilidades inherentes de la condición humana y que, por esto mismo, la gestión política de los conflictos debe promover el disenso y la provisionalidad de los poderes fácticos.
En Berlín está la topografía del terror, un espacio financiado por el Estado para no olvidar. En Chile y Argentina los museos de la memoria son política de Estado. En Colombia, el partido de gobierno niega la existencia del conflicto y ataca a las instituciones creadas por el Acuerdo de Paz para no olvidar, como La Comisión de la Verdad, la Justicia Especial para la Paz y la Unidad de Búsqueda a Personas Desaparecidas.
Erick Hobsbawm afirma que toda sociedad necesita mantener una relación orgánica con su pasado y Hernando Valencia Villa sostiene que una sociedad no puede pasar la página sin antes haberla leído. Para que la república sea popular y democrática debemos comenzar por desplazar los proyectos oligárquicos y extractivistas que nos han gobernado hasta hoy. Las próximas elecciones serán un punto de quiebre.