Al comenzar a leer la página de culturales en el periódico esa mañana, me sorprendió mucho ver el titular:
«Tres libros de autoayuda que serán todo un éxito en la 23ª versión de la Feria del libro»
No entendía por qué las comillas, ¿acaso era un sarcasmo? realmente no lograba comprenderlo, pero podría ser que el autor del artículo, en su afán de darle protagonismo al título, le hubiera restado importancia al evento. También podría ser que estaba poniendo en duda lo del Éxito y la última, por menos probable, era que alguien más lo estuviera diciendo; sin embargo, como ya he dicho, no entendía la función de aquellos signos. Yo estaba convencido de que algún sentido tenían.
Me introduje en el artículo, buscando los títulos y sus autores, pero sólo encontré lo primero, parecía que los autores habían abandonado a sus hijos como ilegítimos bastardos, ¡claro! no es la primera vez que los escritores y críticos dan muerte a estos libros de autoayuda que venden ilusiones y no enseñan a sobrepasar el punto del fracaso, pues siempre se ha pensado que estos libros son para fracasados, cosa con la que yo no estaba de acuerdo. El hecho es que mientras alguien decida tomarse el trabajo de elaborar un discurso para ayudar a un perdedor a salir de su hueco, pues vale la pena escucharlo, mejor dicho, leerlo.
Digo que vale la pena porque, aunque no sirva de nada, siempre va a servir para que los editores vivan felices con las regalías, ya que los compradores son muchos y el problema posterior a la compra es única y exclusivamente del lector. Si le funciona o no lo que dicen esas páginas, ya que no depende de lo bueno que sea el libro, sino de lo que logren poner en práctica los ingenuos.
El caso es que los tres futuros Best Sellers eran:
- ¿Cómo vivir sin los subsidios del gobierno?
- ¿Cómo levantar una empresa pagando los impuestos que le corresponden?
- ¿Cómo ser un presidente de una nación y aprender a jubilarse?
Sin duda los dos primeros se venderían como pan caliente, teniendo en cuenta la crisis económica en la que estaba el país, y la intencionada focalización hacia públicos de clase media y baja, esos que han sido educados para bajar la cabeza y obedecer, y que siempre se han beneficiado de los favorcitos de los gobernantes. El tercero, sin embargo, tenía muy poco público, dado el público objetivo al que estaba dirigido, que curiosamente era el mismo que libremente podría adquirir cualquier cosa sin tener que contar primero con el bolsillo.
Por eso dije: – ¡ese lanzamiento no me lo puedo perder!
La fecha esperada llegó: abril 27 de 2042. Día feliz para algunos (los que podían comprar libros en la Feria del Libro y, quizá, para los que al menos habían conseguido pagar la boleta de ingreso, así solo fueran a mirar) y triste para aquellos que creían honestamente que el libro les iba a dar la respuesta, pero jamás podrían comprarlo.
Cercanas las 3 p.m., hora en que iniciaría la ceremonia de lanzamiento del último de los tres libros, apareció ¡EL PERSONAJE!, con mayúscula, por aquello de la grandilocuencia con que se le ha visto desde hace más de dos décadas en su país; obviamente, todos sus adeptos buscaban un autógrafo y su foto, pero no porque fuera él el autor ni quien hubiera inspirado al autor, no. Lo hacían porque tenían la esperanza de que él, al asistir al evento, se viera obligado a comprarlo y leerlo, y que algo pasara. Pero para sorpresa de todos, el autor tuvo la gentileza de regalárselo pues, según dijo, este personaje necesitaba con urgencia aprender a jubilarse.
Todos le aplaudieron este gesto y tras un silencio de muerte, el personaje respondió: «En verdad, lo que más me gusta es trabajar, trabajar y trabajar, así que sólo lo que puedo tomar, lo que con el sudor de mis desplazamientos forzosos pueda tomar, tomaré. Sería indigno de mi parte impedir que alguien que sueña con la jubilación y jamás podrá lograrla, pues no puede ser presidente, no pueda disfrutar de esta fantástica entelequia».