Anualmente son miles los estudiantes de grado 11 de los colegios públicos que se gradúan. En ese momento se tienen tantos pensamientos propios de la edad, de creer que la vida es sencilla, divertida y sin mayores complicaciones, como debería ser. Pero en un país como lo es Colombia esto es imposible, con más de 210 años de republica “independiente” siempre se ha gobernado para y por una élite. Además, no piensa perder esos privilegios de los cuales se ha apoderado, pasándolos de generación en generación con las uniones entre sus familias, pues son cientos de ejemplos de supuestos rivales políticos, cuyos hijos e hijas resultan formando nuevas familias. Por ejemplo, Santiago Pastrana, hijo del expresidente Andrés Pastrana Arango y nieto del también expresidente Misael Pastrana se casó con Sabina Nicholls, bisnieta de Mariano Ospina y pariente directa de los exmandatarios Pedro Nel Ospina y Mariano Ospina Rodríguez de acuerdo a la publicación del periódico El Universal, en 2013.
El anterior ejemplo lo pongo porque desde las aulas de la educación pública miles de docentes que están comprometidos con su trabajo a diario. Inculcan sin descanso en sus estudiantes que una de las maneras de salir adelante y cambiar su realidad es a través del estudio. Pero la tarea se hace difícil por una razón: en el 2020 se graduaron alrededor de 654 mil estudiantes de acuerdo a datos del Ministerio de Educación de Colombia, de los cuales unos 42000 corresponden a la ciudad de Bogotá, solo en la educación oficial, y la ciudad solo cuenta con 8 universidades públicas que, obviamente, no podrán darles cupo a todos los egresados. Además de eso, muchos estudiantes de otras regiones del país también se presentan y los cupos no alcanzan para todos, como dice la canción “no hay cama para tanta gente”.
Pero muchos de esos jóvenes que se gradúan tienen el sueño y deseo de ser el primer profesional de su familia, porque sus anteriores generaciones no pudieron en este país donde la ayuda y oportunidades se quedan en palabras de campaña en épocas electorales y se ven obligados de buscar en la educación superior privada esa opción. De acuerdo con el portal www.elaltillo.com, en la ciudad de Bogotá existen más de 102 instituciones privadas, donde hay de todo tipo, las de “renombre”, las “de garaje” y las que se encuentran en el promedio que son las que muchos conocemos por su nombre. Sus costos sean muy diferentes entre ellas, y ahí viene la gran decisión de esos egresados ¿dónde estudiar? Son ellos los que soportan el funcionamiento de la educación privada de la ciudad.
Los estudiantes de la educación oficial en su mayoría pertenecen a los estratos 1, 2, o 3, es decir los más vulnerables, entonces ese deseo de estudio se debe sobrellevar con prestamos personales, prestamos bancarios, prestamos con el Icetex (institución que realmente no apoya para estudiar, es un negocio). Tomada la decisión del lugar donde estudiar viene la pregunta cómo pagar ese anhelado semestre y, por ende, ayudar a engrosar los recaudos de la universidad privada escogida. Ya el joven metido en este gota a gota empieza su proceso educativo universitario, el cual deberá mantener por los próximos 8 o 10 semestres, eso sino pierde materias y se retrasa, lo que hará que su endeudamiento sea mayor. Es por ello que la educación privada se soporta en los hombros de los egresados de la educación pública de secundaria. Urge que los gobiernos amplíen los cupos de las universidades públicas, no solo en la ciudad de Bogotá, sino en todo el país. Cada departamento debe como mínimo tener dos o tres sedes de universidades públicas para que nuestros egresados de la educación oficial puedan ser profesionales en cualquier área de desempeño.
Con más profesionales del pueblo se podrá pensar en un país que no sea solo de unas élites que han estado en el poder durante más de 210 años de república. El poder de la preparación académica debe ser universal, pública y gratuita en Colombia, por ello, desde esta columna exijo más universidades públicas para todos y todas, para que no veamos a más jóvenes humildes soportando económicamente a las universidades privadas. Si realmente se quiere cambiar un país se debe hacer desde la educación. De nosotros depende cambiar esta realidad.